El pez no necesita divan y el niño tampoco

Empezamos el año con buena suerte. Tarde pero seguro. Básicamente por dos razones: tiempo y quiero empezar con algo interesante y elaborado, y no solo anotaciones o ecos de algo visto en Internet. Ya habra tiempo para eso. Tenemos, para empezar el año, un texto que relata, no un tratamiento, si no una simple intervención realizada por un psicoanalista. Pero no solo es un relato al azar, si no que este relato fue escrito por el mismo psicoanalista del caso Clara, donde se puede ver la terapia psicoanalítica para el autismo realizada por nuestro psicoanalista de turno. No es casual que el texto este firmado por este psicoanalista, ya que pretende mostrar para defender la terapia divanista. También no sera raro que luego apareciera un tercer texto de este mismo psicoanalista. A pesar de relatar un único encuentro con un niño, a raíz del pedido de intervención, tenemos una muestra importante de la forma de pensar y razonar que tiene este psicoanalista. El texto se intitula El pez, para existir, necesita del agua, y el niño del deseo. Sera así ... supongo. Pero, luego de leerlo, me queda claro que ninguno de los dos necesita de un diván para vivir.

El diagnostico

“Supresión del brazo corto del cromosoma número 5. Retraso mental grave. Transtorno Específico del desarrollo del habla y del lenguaje. Anormalidades de la marcha y de la movilidad. Patología de lenguaje.” A continuación, especifican los antecedentes: “Alejandro nació pre-término, con 36 semanas de edad gestacional, presentando retraso de crecimiento intrauterino y trastornos cardiocirculatorios. La RMI de cráneo, realizada bajo anestesia en el año 2006 evidencia marcada hipoplasia encefálica con predominio bifronto-temporal y en el tronco cerebral, además de hipoplasia vermiana.”

“Alejandro presentó retraso del neurodesarrollo y, desde temprana edad, realiza tratamientos de estimulación, terapia ocupacional y fonoaudiología. También varios tratamientos psicológicos. Caminó a los cuatro años, y su diagnostico etiológico se corresponde con: Síndrome del maullido del gato.1

Alejandro sufre claramente un síndrome de naturaleza biológico, específicamente genético. El cromosoma 5 (es) esta asociado a varias afecciones. En el caso de Alejandro el problema surge del acortamiento del brazo corto del cromosoma corresponde al Síndrome de maullido de gato (es), también conocido como Cri-du-chat, palabras francesas para el maullido. Recibe este nombre debido a lo símil del llanto de los niños afectados por el síndrome con los maullidos de los gatos, producto de malformaciones en la laringe y en sistema nerviosos. Además de estas, sufren de otras malformaciones y tienen problemas motrices. En otras palabras, Alejandro sufre de un claro desorden biológico que afecta su cuerpo y su pensar.

Es claro que Alejandro recibe ayuda desde diferentes lugares. Lo curioso aquí es a que clase de tratamientos psicológicos se refieren. Recordemos que en Argentina Psicología y Psicoanálisis, a la vista del publico general, son la misma cosa. Bien puede ser que esta en manos de psicólogos o de algún otro psicoanalista. Y por esto mismo, la confusión entre Psicología y Psicoanálisis, es que caen en manos de un psicoanalista.

La conducta

“Actualmente el comportamiento de Alejandro –continúan explicándome- es el siguiente: Entra a la sala y vuelca los objetos que están a disposición, cajas con objetos, juguetes y todo lo que encuentra a su paso. No controla esfínteres. Desde el punto de vista psicomotor, se encuentra desestructurado, sin mayor control de sus movimientos. Camina casi incesantemente sin reparar en obstáculos con los cuales tropieza y cae. Parece que la marcha lo domina sin estar al servicio de ninguna finalidad.

La descripción continua y hace una descripción de unas conductas más problemáticas.

Al principio golpeaba su cabeza contra el piso sobre la frente. Esta conducta fue cediendo, dando lugar a otra donde termina autolesionándose, insistiendo en tocar una cascarita de alguna picadura o lastimadura hasta provocarse un verdadero hueco. Presenta un rudimentario juego vocal, esporádicamente pronuncia alguna sílaba o palabra, y por momentos presenta intención comunicativa. A veces reconoce al adulto y sonríe, y otras aparece un llanto inmotivado, que es más una queja, que lo usa para que lo alcen en brazos o abracen.”

En este punto se hace clara la necesidad de intervención por parte de un psicólogo. Alejandro necesita poder controlar ciertas conductas que pueden lesionarlo. Valga explicar algo obvio de nuevo. La Psicología tiene como objeto de estudio a la conducta, por lo que un psicólogo es un estudioso de la conducta. Pues el psicólogo clínico sera el individuo correcto para analizar y tratar de evitar que estas conductas se repitan que peuden lesionar a Alejandro, y para tratar de promover otras que le permitan desenvolverse más cómodamente en su entorno, como por ejemplo buscar otras formas de comunicación menos ambigua que el llanto, para el niño para pedir que lo abracen o solicitar cosas.

Estos niños sufren, además de los problemas psicomotrices, retrasos cognitivos. Uno de ellos es el lenguaje y es un tópico que agrada bastante a los psicoanalistas. Desde que Lacan dijo que el Inconsciente estaba estructurado como el lenguaje hubo una oleada, y sigue habiéndola, de psicoanalistas lanzandose sobre tratados de lingüística 2 Prácticamente, para estos psicoanalistas todo lo humano pasa por el lenguaje. No hay actividad humana que no este atravesada por el lenguaje. Para el psicoanalista actual si el niño tiene problemas de conducta pues debe estar relacionado necesariamente con el lenguaje. Pero nuestro analista obvia el lenguaje. Va por otros carriles.

Debido a la confusión entre Psicología y Psicoanálisis reinante en Argentina, los cuidadores de Alejandro terminaron en manos de un Psicoanalista3 que solo intentara dar con el Inconsciente del niño sin proponer ninguna actividad que le permita al niño desarrollarse mejor. Como en el caso anterior de Clara, nuestro psicoanalista solo atinara sentarse al lado del niño esperando que este lo mire y tratar de cantarle algo. Más de esto, en el texto, no se encuentra. Nada nos dice que recomendaciones o tratamiento sugirió el psicoanalista, si es que lo hizo.

El pedido

La supervisión clínica que me plantea el equipo de trabajo implica, básicamente, éstas cuestiones: por un lado, frente al movimiento (marcha, masturbación, marcarse, rascarse), qué clase de conductas son o qué significan, y si hay en ellas un esbozo de construcción subjetiva o de imagen corporal. Por otro lado se preguntan cuál es el nivel de atención, reconocimiento o comprensión de Alejandro, y si el mismo es suficiente para dejar alguna huella significante en él.

Lo que los cuidadores de Alejandro piden a nuestro psicoanalista es saber que tan desarrollado tiene la conciencia sobre si mismo. Cuando menos el lo que parece indicarse con lo de "construcción subjetiva" o "imagen corporal". Pero lo primeo que desean es poder entender la conducta de Alejandro. Como dije, un psicólogo es la persona adecuada para esto, pero un psicoanalista tomo el asunto en sus manos.

Un dato curioso antes de seguir. En todo el texto no parece tocarse el tema de las masturbación. Esta es un tópico de alto interés para los psicoanalistas, de corte freudiano principalmente. Como una lampara en la noche atrae a los insectos, un niño que se masturba fascina a los psicoanalistas. Nuestro psicoanalista pues no parece ser un freudiano, o es uno muy distraído, ya que ha dejado pasar este dato de importancia para el Psicoanálisis. Incluso yo debido al adoctrinamiento al que fue sometido por a varios años en la Facultad, veo que hay una relación, psicoanaliticamente hablando, entre el rascarse como lo hace Alejandro y las masturbación. Así que permitan que introduzca en otra entrada mi propia interpretación psicoanalítica del caso.

Por último, se interrogan qué hacer frente a toda ésta complejidad que nos presenta.

Mi padre tiene un dicho: ¡A buen puerto fueron por leña!. Le piden a un psicoanalista que hacer frente al comportamiento de un niño. Le piden a un psicoanalista que de indicaciones sobre que hacer. Le piden que intervenga de alguna forma. Le piden peras al olmo y al lavarropas libros. Los psicoanalistas tienen una regla principal que rigen en estos casos. La regla de abstención, o neutralidad, le impide dar indicaciones a sus pacientes sobre que hacer. Este es el motivo del porque los psicoanalistas tienen el cliché de siempre repreguntar y nunca decir nada claro al paciente sobre su problema. Es su forma de no romper esta regla.

Esta regla paso a ser directamente una filosofía en su practica y forma de pensar. Un estilo de vida si se quiere. El tener técnicas, o dar indicaciones o tareas para que el paciente siga es romper con esta regla, pero es más. Es aplastar la subjetividad y singularidad del paciente ya que se lo reduce con técnicas prefabricadas a un sujeto reducido, no considerado en su totalidad y solo como objeto al cual aplicar esas técnicas. Para el psicoanalista, cada paciente es único, cada paciente es irrepetible, cada paciente es singular. Tratarlo siguiendo ciertos lineamientos es acabar con esta singularidad. Así que lo única que se puede espera es que no quieran intervenir para nada en donde se les pide intervenir.

Esta regla, o filosofía, explica gran parte del comportamiento de nuestro analista en el caso Clara que anteriormente vimos. Allí se sentó por meses a esperar a que la niña se acercara a él. Y recién cuando un apretón de manos no muy claro, quizás producto de una corea, sucedió el psicoanalista recién intenta acercarse a la niña, con un enfoque único y singular como pasear por las veredas de la cuidad, cantar a los supermercados y saludar a las plantas y animales. Curiosamente, más bien contradictoriamente, con la regla de abstención, el enfoque que utiliza en su primer encuentro con Alejandro consta de los mismo elementos que el enfoque de acercamiento con Clara, indicando formas predeterminadas antes de acercarse al paciente.

Primer encuentro

Cuando veo por primera vez a Alejandro, estaba sentado mirando un juguete que colgaba de la pared. Lentamente, despacio, me aproximo, me acerco y lo miro. Al verme, él responde a mi mirada. Por un instante nos miramos.

Hay que notar la importancia superlativa que el psicoanalista le da a la mirada. En el caso Clara había una igual preocupación. Dirigir la mirada a otra persona no es un evento significativo, cuando menos no lo es en un primer encuentro y en una primera mirada; y mucho menos en el contexto que describe. Es un acto natural y casi reflejo ante la presencia de otra persona que parece en el mismo cuarto que uno esta.

La profundidad de su mirada captura la posibilidad de mirarnos. Estamos los dos arrodillados, de frente, mirándonos intensamente.

El psicoanalista se pone enfrente del niño. Obviamente el niño lo mirara por que esta tapando la visión, o distrayéndolo, del juguete que miraba antes. Y la mirada se vuelve intensa posiblemente por que el el psicoanalista se rehúsa a moverse. Es la misma reacción se puede esperar de personas que están viendo un partido de fútbol y uno aparece bloqueando la visión del televisor, o cercanamente siendo un distractor. Luego, de cuantos segundos, la mirada se volverá muy intensa. Y si uno insiste en quedarse allí, los insultos y pedidos de que uno se corra, o deje de molestar y distraer, aumentaran.

¿Dónde se tocan nuestras miradas?

En el caso Clara este mismo psicoanalista se preguntaba una y otra vez sobre la mirada. En aquel caso, en un momento llega a preguntarse:

Al llegar al automóvil tanto a Clara como a mi se nos iluminaban los ojos, ella refrenaba sus movimientos, especialmente manuales y se abría al gesto, al encuentro con el otro, nuestras miradas se tocaban. Sin embargo, los ojos no se tocan, las miradas sí lo hacen. Cabría preguntarnos, ¿en qué espacio se tocan las miradas?4

En estas expresiones cuasi-poéticas no puedo ver más que un intento de agitar las aguas para que parezcan más profundas. Este estilo no tiene más que mostrarse a uno mismo como profundo en el pensar, incluso en el sentir. Solo veo un intento de aparentar profundidad intelectual y mostrarse también como un gran hombre preocupado por el bienestar de sus pacientes. Se es tan profundo en el pensar y sentir que es difícil expresarlas por lo que se termina recurriendo a las formas poéticas. Pero nuestro psicoanalista no solo le interesa del arte la poesía, si no también el canto. Con Clara se paseaba por las veredas de la ciudad cantando a lo que pasara enfrente suyo. Al conocer a Alejandro no puede evitar canturrear.

En ésta posición, mirándonos, canturreo: “Hola Ale, hola Aaaale, hoooola Aaaaleeee...”. Entono una sonoridad melódica que procura saludarlo.

No creo que esta cuestión de cantar sea azarosa o particular del psicoanalista. La clase más estúpida, vacía e idiota que tuve en toda mi vida se centro exactamente en los sonidos y el canto. Se le daba una importancia superlativa a los sonidos por lo que se le pidió a todos traer instrumentos o cosas que hagan sonido (ruido). Y durante una hora aproximadamente todos los alumnos se pusieron a hacer ruido ... perdón, sonidos. Esto sin importarles para nada las clases que transcurrían en la aulas cercanas5 En aquellas clases lo recurrente era la sonoridad y los cuerpos involucrados.6. Como muestra de esto, un profesor7 leía párrafos en francés de un libro bilingüe por que 'no había nada como la sonoridad del original', aun cuando nadie entendía nada de lo que decía. Luego de asistir a esas clases y participar en esa estúpida clase me hace pensar que este psicoanalista tenga la tendencia a cantar no parece ser una mera coincidencia, y mucho menos que sea algo nacido de su practica particular. Es la forma en que se enseña a actuar con los pacientes en la Facultad de Psicoanálisis.

Él parece mirar las palabras que en el devenir escénico producen, por lo menos, un puente entre el ojo que mira, el rostro que piensa y la voz que cobija el encuentro.

Que se piense este encuentro como un "devenir escénico" tampoco creo que sea azaroso. Los psicoanalistas siempre han sentido un gusto marcado por el teatro, hasta que incluso tratan de pensar teatralmente sus encuentros muchas veces. Se llego a comparar a las histéricas con actores de teatro y sus ataques como puestas en escena8. Esto debido a que las bases del Psicoanálisis están íntimamente ligadas al teatro. Jakob Bernays, tío de Martha Bernays (la esposa de Freud) escribió varias ideas sobre la catarsis en el teatro cuando Freud tenía apenas un año de edad. Estas ideas son extremadamente similares a las que el padre del Psicoanálisis sostendría para sus histéricas. Muy similares. Tan similares que podemos decir lo teatral esta en la base misma del Psicoanálisis. Este, así, esta más relacionado con las artes que con lo que puede estarlo con la ciencia.

Contradicciones y actos de prestidigitación psicoanalítica

Luego de ciertos divagues psicoanalíticos cuasi poéticos, que tienen como tema principal a la mirada y que no son mas que palabrerío sin mucho sentido, y con menos claridad, nuestro psicoanalista pasa a relatar su primer encuentro con el niño, en donde podremos ver algo del pensar psicoanalítico.

Por un lado tenemos la interpretación de los actos del sujeto a análisis, Alejandro en nuestro caso. Para el Psicoanálisis, todo acto es simbólico por lo cual interpretable. En otras palabras, los actos y/o respuestas del sujeto están llenos de significado. O sea motivados por el sujeto, ya sea conscientemente o inconscientemente. No hay acto que no signifique algo para el psicoanalista y que no sea de infinita relevancia e importancia para él. Esto una premisa interpretativa fuerte en el pensar divanista, y en general en todas las pseudociencias.

El problema principal con las interpretaciones es que no hay un criterio claro para hacerlas. Ni en la forma, ni en la ocasión para hacerlas. Todo viene de un método de prueba y error. Lo más preocupante de ellas es que siempre residen en el criterio personal y único del psicoanalista, esto provoca que el ignore ciertas cosas y resalte otras no relevantes. Todo la interpretación depende del psicoanalista y de nada más. Hace un tiempo vimos un ejemplo de esto en un estudiante lacaniano, interesado en un detalle insignificante haciendolo superlativamente importante, y vimos un ejemplo reciente en una profesora de la Facultad de Psicoanálisis. Nuestro psicoanalista no se queda atrás como veremos enseguida.

En ésta experiencia, lo central no es solamente lo que se ve, sino lo que circula y pre-enuncia a un sujeto. Nos referimos, específicamente, al eje tónico postural que se inclina y orienta en relación al otro, donde se conforma la imagen del cuerpo.

Esta es una contradicción. Nuestro psicoanalista pretende que puede percibir cosas que son invisibles o que no pueden ser percibidas sin el Psicoanálisis. Y nos da un ejemplo. Nos dice que la postura del niño es algo que no puede percibirse, pero él lo percibe. ¿El "eje tónico postural", en otras palabras su postura corporal, es algo que no se ve? ¿La forma en que alguien pone su cuerpo y encara la presencia de otra persona con su cuerpo es algo que no puede verse? ¿Es algo solo que los psicoanalista pueden ver? ¿Esto es imperceptible a los psicólogos y demás mortales?

No es sólo puro reflejo, sino que también es causa de deseos que queremos, a su vez, demandar.

La postura en que el niño toma como reacción a la presencia de otras personas en el cuarto, en este caso nuestro psicoanalista, es asumida como hecha con plena voluntad por parte del niño. No es un mero reflejo para el psicoanalista. Tiene un significado que intentara descifrar. Tal posición es un demanda clara del niño en la mente de nuestro psicoanalista. La demanda, dirá el psicoanalista, es aquello que el sujeto pide al analista. Pero en realidad,es lo que el psicoanalista cree que el paciente le pide. Incluso poco importa que el paciente lo diga expresamente, el psicoanalista puede interpretar esto como más le guste y llevar toda la terapia por donde le parezca a él, aun en contra de los deseos expresos del paciente. Para el psicoanalista esta demanda es inconsciente por lo que el paciente nada sabe de ella y solo el psicoanalista es capaz de sacar a la luz, por lo que poco importa lo que diga el paciente expresamente. Esta demanda inconsciente es una de las principales cosas que guía el tratamiento psicoanalítico. En nuestro caso vemos como un mero reflejo es traducido por el psicoanalista como un pedido, como una demanda del niño al psicoanalista.Como vemos, un acto insignificante es interpretado como lo más significante de todo, gracias a esa tendencia a tomar lo insignificante, sin razón o voluntad como el más profundo acto de todos

Como vemos, en éste encuentro con Alejandro, no hay “a prioris” determinados con anterioridad.

Otra contradicción. Según el psicoanálisis actual este no tiene ideas preconcebidas, o a priori, sobre el sujeto que atiende por lo que tampoco tiene técnicas prefabricadas para ofrecerle. El Psicoanálisis acusa a todo lo que no es Psicoanálisis de usar técnicas preconcebidas e intentar ajustar al sujeto a las técnicas, cuando debería hacer lo opuesto, ajustar la técnicas al sujeto. Incluso va más lejos. Acusa a cualquier cosa no psicoanalítica de aplastar la subjetividad, de aplastar al sujeto, de no prestarle la atención debida. Obviamente este es un signo claro del desconocimiento de los psicoanalistas de aquello que esta más allá del Psicoanálisis y es el resultado de un adoctrinamiento exitoso9.

La contradicción esta entre lo que se dice y hace. El no tener ninguna idea preconcebida sobre el sujeto que se atienda hace imposible utilizar alguna técnica o terapéutica inicial y menos imaginar alguna estrategia posible para enfrentar el problema del sujeto. Si no se sabe, o ni siquiera se supone, lo que le pasa al sujeto es enteramente difícil pensar alguna terapéutica para este. Pero unos párrafos antes nuestro psicoanalista indica que hay ciertas técnicas y estrategias típicas de los tratamientos contradiciéndose con lo de no existir "a prioris".

Las miradas se tocan en lo intocable de una relación imprevisible e indecidible antes de dicho acontecimiento. A partir del cual comenzamos a compartir un saber, aquel que constituíamos en el espacio del entre-dos que siempre remite a una terceridad simbólica, la cual enmarca las tácticas y estrategias que consideramos centrales en la dirección del tratamiento10.

Incluso tiene una misma forma de enfrentar este caso que es muy similar al caso Clara. Pone en primer plano la mirada y no duda en utilizar algo de sonoridad para acercarse al niño como utilizaba el canto con Clara. Además no duda en hacer uso tampoco de las mismas interpretaciones forzadas sin ningún tipo de argumentaciones solidas para fundamentarlas. Por ejemplo, no duda en interpretar los sonidos producidos por los niños como respuestas afirmativas a lo que dice.

La escena se sostiene, las miradas se contemplan, la voz melodiosa cautiva el escenario.

El sol brilla. Las flores se abren. ¡Llega la primavera! Y los pajaritos ...

¿La voz melodiosa? ¿La voz de quien? Solo esta el niño y el psicoanalista; y el niño no sabe mas que hacer unos sonidos. ¿El mismo psicoanalista esta alabando su propia voz? :-/

En ese contexto Ale, sin dejar de mirarme, se toca el cuello – específicamente la garganta. Le devuelvo en espejo el mismo toque. Me toco imitándolo, y exclamo: “Si, por acá pasa el aire, los sonidos, las palabras”, el responde... “Ah, ah, ah”, tocándose esa zona. Le contesto, con mi mano en su cuello, “Ah, ah, ah, por acá, si, por acá pasa el aire”. Al mismo tiempo que lo miro, toco la garganta y vuelvo a tocar la mía. Vuelve a responderme: “Ah, ah, ah”.

En este párrafo se ve claramente algo que no me cansare de marcar en los actos de los psicoanalistas. Es el truco de prestidigitación que realizan. Estos dicen que cada conducta tiene un significado oculto, específicamente un significado inconsciente, y que ellos pueden develar. Pero, en realidad, lo que hacen es crear ese significado, ponerlo en la conducta y decir que lo han descubierto allí donde ellos mismo lo depositaron. Algo así como plantar pruebas en una escena de un crimen. Así el tocarse el cuello pasa de ser una respuesta afirmativa a convertirse en un pedido un signo de hablar, pero luego ser en un pedido de ayuda como se vera más adelante.

El psicoanalista esta fomentando tambien una conducta de imitación. Cada vez que el niño se toca el cuello él se toca el propio esperando que el niño repita la acción. El problema evidente del niño es que no puede comunicarse. Las conductas imitativas no son una forma de comunicación. Solo es imitación. Fomentarlas no es buen camino a lograr que el niño desarrolle una mejor comunicación. Si estos actos de imitación se consideran un dialogo, pues entonces debemos decir que los loros dialogan con sus amos todos los días. Estos actos del psicoanalista son contraproducentes para el bienestar del niño.

Podemos ver como el psicoanalista asume que toda respuesta del niño es significativa. Si el niño se ha tocado el cuello al ver que el psicoanalista se ha tocado el cuello, este supone que es un afirmación. Lo ve como una especie de respuesta a una pregunta. Supone, o más bien pretende, que es un mensaje dirigido a él. Supone que se ha establecido un dialogo inicial. El tocarse el cuello es gesto para nada inequívoco para asumirlo como respuesta y menos como un mensaje. El acto de tocarse el cuello puede haber sido no mas una simple acto de rascarse, o quizás de sentir alguna molestia en su garganta. Incluso pude deberse a un espasmo o a un movimiento no bien controlado de parte del niño. Recordemos que los niños con Cri-du-chat tienen problemas motrices y Alejandro no es la excepción.

Vemos también como el psicoanalista saca de su galera una interpretación para darle significado a la conducta del niño. Según él, el niño quiere significar con tocarse la garganta que por allí habla. No hay nada más que unos sonidos monosilábicos (según la onomatopeya del texto) expresados por el niño. El psicoanalista le pone a estos sonidos un significado más allá de cualquier deducción o conclusión lógica que puede hacerse sobre ellos, aun teniendo el contexto a mano. Además, asume una capacidad intacta para comunicarse, como también asume una capacidad completa y no afecta por el síndrome para moverse.

Se hace obvio lo que falta aquí. El psicoanalista, igual que en el caso Clara, nunca realiza una comprobación de que el niño realmente se esta comunicando con él o sencillamente imitándolo, u otra cosa. En el caso Clara, toma un apretón de manos, probablemente producto de una corea, como una aceptación de su presencia de la misma forma que toma una posible imitación con un respuesta afirmativa en este caso. El tocarse el cuello pudo ser una molestia en la garganta o bien un pedido de agua o comida, una imitación, pero esto nunca fue confirmado, o considerado al menos, por el psicoanalista. Solo asumido que es así.

Pero no queda aquí esto. El psicoanalista ya pudo un sentido a los sonidos del niño y no se priva de llevarlos aun más allá. Pone el mismo el sentido de la conducta. Según él, el niño quiere indicar que no puede hablar, o de manera aun más simplona, enseñarle al psicoanalista que por allí se habla.

Entonces exclamo, “¡Si! Ahí se traba el sonido, se queda sólo en ese lugar y no puede salir más, y te duele...” Responde, gritándome, “¡Ah! ¡Ah! ¡Ah!”, tomándose la garganta. Tomo su mano y la coloco en mi cuello, y grito “¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Como duele! ¡Duele que no salga la voz! ¡Hay que dolor!”

El psicoanalista ahora introduce nuevos significados. Por ejemplo, introduce la idea de dolor sin verificar de ninguna manera que es lo que quiere decir el niño, si es que quiere decir algo. Solo asume y cree descifrar de la conducta del niño que este sufre por no poder hablar, o bien comunicarse. Nuevamente, el psicoanalista asume toda una mentalidad no dañada por el síndrome. El niño, según él, esta intentando transmitir su angustia de no poder hablar. Pero veamos un detalle. El niño no ha cambiado ni su gesto ni los sonidos que emite, y aun así, según el psicoanalista, estos pasaron de significar una respuesta afirmativa a relatar su angustia por no hablar y el dolor que le provoca esto, sin cambiar ni de gesto ni de sonidos para hacerlo ¿Como es posible que lo haya hecho? En realidad, el psicoanalista es una fuente de significados que dejar caer sobre el niño, para recogerlos luego diciendo que esos significados estaban allí antes que él apareciera en la escena.

Alejandro, mirándome, responde “Pa, pa, pa, pa.” Ante ésta respuesta, afirmo “Claro, papá te quiere y te va a ayudar.”

¿Debemos pensar que el niño efectivamente hizo referencia al su propio padre? Incluso debemos preguntarnos si es realmente lo que el niño dijo. En el caso Clara el psicoanalista mismo asume que interpreta estos sonidos como le place. ¿Efectivamente ha dicho "Pa" el niño? Incluso pensar que si lo haya hecho no nos lleva a concluir todo lo que el psicoanalista concluye. ¿Con solo un "pa, pa, pa" el niño nos dice de su preocupación por el amor de su padre y de la ayuda que le va a dar? ¿De unos simple sonidos monosilábicos el niño cuenta toda su angustia, nos cuenta toda una historia? Es demasiado para creer que todo esto salga de unos sonidos ambiguos y de un solo encuentro. O todo el relato es falso o simplemente el psicoanalista crea su propio mundo dejando la realidad de lado. Al analizar el texto de una hora de juego se puede ver que hay datos antes del encuentro en poder del psicoanalista, y estos datos son la fuente de las interpretaciones que hacen creíbles, para el publico, las mismas. Tambien, son la fuente del autoengaño de las interpretaciones en que caen los psicoanalistas. Estos ya saben que buscar en las conductas para poder interpretar de ellas.

Ale me mira. Le digo: “¿Sabés una cosa? Vine desde muy lejos para conocerte y ver si puedo ayudarte, ¿me dejás?” En ese momento cambia el movimiento, y realiza otro con la cabeza. La mueve una y otra vez para abajo, reiteradamente, que interpreto como un: “Si”11.

Aquí el psicoanalista reconoce, igual que el caso Clara, que interpreta las cosas segun sus propias razones y convicciones. Al igual que el acto de rascarse el niño, el asentar con la cabeza puede ser azaroso, esto debido al síndrome del niño. Bien pudo ser un espasmo. El psicoanalista, de nuevo, no intenta siquiera verificar si fue un "SI". Solo asume que así fue, incluso reconociendo que bien pudo se un espasmo de alguna clase o un problema motriz. Quizás es el único lugar donde el psicoanalista reconoce otras posibles interpretaciones no psicoanalíticas para la conductas del niño. Pero las desecha sin dar explicaciones o motivos de por que lo hace como vemos enseguida.

“Gracias por dejarme jugar con vos y ayudarte”, respondo conmovido. Mirándome, vuelve a realizar el gesto afirmativo con la cabeza, que lo acompaña con movimientos de brazos y piernas compensatorios para mantener el eje del cuerpo y, de éste modo, desde la postura, poder mirarme. Desde otro punto de vista, éste movimiento de arriba para abajo, afirmativo, puede ser considerado una displaxia, efecto de la incipiente espasticidad. También un reflejo involuntario, o una estereotipia típicamente sensorio-motora (un denominado “aleteo”). Para nosotros, sin duda es un gesto afirmativo [...]

El movimiento afirmativo de la cabeza es acompañado por movimientos para compensar ese movimiento, según el psicoanalista. O sea, el niño quiere afirmar con la cabeza pero el cuerpo no lo acompaña. Pero desde un punto de vista más sencillo el movimiento de cabeza es tan bien otro movimiento compensatorio de un movimiento mayor. Posiblemente el niño intente levantarse para ver al psicoanalista o al juguete que antes miraba. O mucho más simple aun una estereotipia del movimiento. El mismo psicoanalista reconoce todos estos argumentos que el mismo ofrece en el texto, pero pesar de todos ellos, y de no ofrecer contra-argumentos, decide pensar que el movimiento de la cabeza es un respuesta a su pregunta.

En el caso Clara también desecha la posibilidad de un movimiento producto de los problemas psicomotrices de la niña. El psicoanalista asume que la niña le aprieta la mano como un signo afirmativo, de la misma forma que asume que un aleteo es un gesto afirmativo. En el caso Clara, la niña sufre de coreas y es algo nunca considerado por el psicoanalista. En este el niño sufre de problemas psicomotrices claros, e incluso reconocidos por el psicoanalista, pero esto es ignorado por el psicoanalista solo para sostener su hipótesis infundada de que ha mantenido un dialogo con el niño. Ignora cualquier otro tipo de explicación solo para mantener su ilusión de un contacto profundo con el niño.

Conclusión

Luego de explicar que significa para él, y la teoría psicoanalítica que sostiene, esta movimiento de cabeza que asume como un "Si", y no dar ninguna razón de por que considerarlo así, para concluir el texto, como no podía ser de otra forma, lo hace dejándonos una pregunta.

Volvamos a la escena con Alejandro, a ese momento cuando reitero la pregunta “¿Me dejás ayudarte?”, la gestualidad afirmativa claramente es la respuesta. Pero, en ese instante, surge un nuevo interrogante: ¿Cómo puedo ayudarlo? La ética que propiciamos no puede saber de antemano, previamente, qué hacer. Éste es efecto de la escena que nos conmueve y nos implica, una vez más, con el otro-sujeto. ¿Acaso el pez puede vivir, existir, sin el agua...? ¿Y el niño, puede hacerlo sin el deseo...?

No se la respuesta a esa pregunta, incluso no creo que valga algo responderla, solo se que el niño no necesita de un diván para existir, para vivir o para lo que sea. Me queda muy claro que no lo necesita en absoluto.

  • 1. El resaltado es mío.
  • 2. Aunque muchos aparentemente, solo han entendido que sirve para alardear el haber leído algo de lingüística como alardeada Lacan de haberlo hecho. Como norma, van detrás que cualquier libro que haya nombrado Lacan. Debería decir que es un cierto snobismo, pero más me parece un fetichismo por la persona de Lacan, de la misma forma que los religiosos tienen por cualquier cosa que haya tocado o hecho el santo de su devoción.
  • 3. Si alguien esta en la misma situación puede leer mi pequeña guía para identificar psicoanalistas y que no le suceda esto.
  • 4. Ver aquí mismo algo más sobre la preocupación por la mirada en este psicoanalista y el caso Clara. - El resaltado es mío.
  • 5. Existe un vídeo que muestra otra clase del mismo profesor y cátedra en donde se ve un poco mejor esta preocupación por la sonoridad y se ve el mismo vacío de sentido y coherencia que la cátedra misma sostiene parte de su enseñanza.
  • 6. Pura idioteces posmodernistas si me preguntan.
  • 7. Casualmente, el mismo profesor de mis propias clases prácticas.
  • 8. Por ejemplo ver Histeria y Teatro de P. C. Racamier [1952]
  • 9. Varias veces en la Facultad he escuchado decir que no hay anda mejor que el Psicoanálisis y que el resto no tiene en consideración al sujeto, y que hacer caso a teorías no psicoanalíticas es ignorar al ser sufriente que esta enfrente de uno como paciente.
  • 10. El resaltado es mío.
  • 11. El resaltado es mío

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