Una pregunta que surge con cierta frecuencia es ¿Freud aporto algo de valor? ¿Hay algo en el Psicoanálisis que sirva para algo? La respuesta corta es NO. No hay algo de comprobado valor en la terapia del diván, y menos que sea usado en las terapias psicológicas de hoy día. Sin embargo, puede que haya algo interesante en sus preguntas e intereses. Puede que si indagamos un poco podamos dar con algo. Y algo que me ha llamado la atención fue el concepto de contratransferencia. Al meternos con este concepto algo puede surgir.
Lo bueno y malo de la transferencia
Según Freud, en la terapia se produce un fenómeno llamado transferencia. El paciente, con el transcurrir del tiempo, empieza a proyectar sobre la figura del terapeuta sentimientos diversos. Pero estos sentimientos que afloran, ya sea amistad, simpatía, amor, odio. o del tipo que sea, no son más que superficiales. Son solo expresiones de algo más. Lo que Sigmund dice es que estos sentimientos en realidad no son hacia el mismo terapeuta, si no que son al terapeuta como figura substituta de otra. El paciente toma como otra persona, claro que insconscientemente lo hace, a la persona al terapeuta. El terapeuta estaría ahí solo en representación de aquella persona. Por lo que los sentimientos dirigidos al terapeuta, en realidad, no están dirigidos a él, si no a esa figura que representa. Dicho de otra, forma esos sentimientos son transferidos de esa figura inconsciente a la del terapeuta. Por ejemplo, si el paciente llegara a detestar u odiar al terapeuta pues no sería un sentimiento dirigido al terapeuta en si mismo, si no a esa otra figura, digamos el padre o la madre del paciente para ejemplificar con algo común.
De esto ultimo se puede deducir el por que del típico silencio del Psicoanálisis. Él solo esta ahí solo para servir de substituto. No esta allí para dialogar. Esta allí para que el paciente hable, asocie libremente, hasta encontrar esos sentimientos mal procesados por el trauma que ha pasado. Cuando el paciente lo logra, el terapeuta toma el lugar de esa persona a la cual esos sentimientos son dirigidos. Se convertiría, para el paciente, inconscientemente en esa persona y así este puede revivir el trauma que lo llevo al diván y, esta ves, manejarlo de mejor forma y "destrabar" ese trauma. Por ejemplo, que el paciente tome como padre, incluso madre, al terapeuta y lo trate como tal. Así cualquier enojo, en realidad, no estaría dirigido al terapeuta si no a ese padre o madre. Este es el motor del funcionamiento de la terapia psicoanalítica, como Freud mismo lo había marcado.
Es interesante notar que esta idea de transferencia es usada, muy comúnmente, para eludir cualquier critica del paciente, incluso ignorar la decepción y frustración que puede surgir por la terapia psicoanalítica. Cuando surgen enojos por que la terapia no funciona, o provoca más problemas que los que resuelve, el terapeuta puede argüir que ese enojo, decepción o frustración, que el paciente siente realmente lo siente por otra persona. Dicho de otra forma, si el paciente se enoja justificadamente con el terapeuta este puede interpretar, y generalmente lo hace, que no es un enojo que le corresponda a él. Dira que realmente no es justificado y que ese enojo es realmente un enojo con alguna figura inconsciente que esta representando para el paciente. Karl Klaus lo resume mucho mejor cuando dice "si le digo a un analista que me bese el culo, el dirá que tengo una fijación anal.".
Una consecuencia ignorada de todo esto es que el terapeuta resulta como perfecto en sus acciones. No hay lugar para el error o el fracaso terapéutico. Cualquier enojo por falta de progresos, por ejemplo, el terapeuta lo puede invalidar interpretando que son solo sentimientos transferenciales. El paciente no puede hacerlo, ya que la lógica del diván dictamina que él no puede acceder a su propio inconsciente, si no es a través del terapeuta. Eso hace al terapeuta la única voz con voto en el dialogo terapéutico, por el momento hasta ver el próximo concepto de contratransferencia. Como ejemplo, de este poder que le da la transferencia al terapeuta podríamos tomar el caso del hombre del magnetófono. Un psicoanalista podrá interpretar todo el evento como una forma de transferencia, un enojo dirigido a otra persona y situación. Que no es hacia la terapia y el terapeuta. ;No cabe lugar, si el psicoanalista no lo quiere, para que un enojo sea visto como un enojo valido, interpretado como provocado por un fallo del terapeuta o de la terapia, o la falta de éxitos o mejoras. Como se podrá adivinar este es el argumento de la resistencia.
Lo bueno y lo malo de la contratransfenrencia
Lo realmente interesante del asunto de la transferencia es que existe una transferencia igual, pero en sentido contrario1. O sea que el terapeuta puede desarrollar sentimientos hacia el paciente, como este lo hace con él. De igual forma que el paciente toma inconscientemente al terapeuta por otra persona, el terapeuta puede tomar inconscientemente al paciente por alguien más. Como el paciente puede tomar como padre o madre al terapeuta, este podría tomar inconscientemente al paciente como un hijo o hasta recordarle a una madre y tratarlo así, tratarlo como a su propia madre. A toda esta transferencia inversa Freud la llama contratransferencia2.
Aquí en la contratransferencia esta lo que me parece interesante rescatar. La mayor preocupación de la terapia se encuentra en el paciente, aunque lo que se produce en terapia es un dialogo. El interés esta más sobre un lado que en el otro de este dialogo. Esto es obvio. El paciente es el que necesita la ayuda, no el terapeuta. Es claro que los esfuerzos para comprender esta relación se centraran en él, pero esto hace que dejemos de lado lo que pasa en la otra mitad del dialogo terapéutico. Sin embargo, los psicoanalistas no lo han hecho. Han explorado este aspecto hasta el cansancio. Libros, seminarios y clases por doquier sobre "¿Que desea el terapeuta?". Aunque ya sabemos en que terminara todo el enfoque y atención que le dan al asunto.
Al preocuparse por ambos lados de la ecuación terapéutica, pareciera que los psicoanalistas sea han interesado en el dialogo y sus dinámicas. Pero esto es solo aparente. Recordemos que el paciente se relaciona, no con el terapeuta, si no con la figura inconsciente que este le representa a él. Lo mismo sucede del lado del terapeuta. Este no se relaciona con su paciente, si no con lo que le representa para él. Lo que están considerando los psicoanalistas no es el dialogo si no, en realidad, siguiendo estos conceptos, dos monólogos. Un dialogo presenta una dinámica particular entre dos elementos, pero aquí aunque hay dos elementos estos no están en realidad relacionados. Están presentes en un mismo espacio, pero no relacionados puesto que el dialogo no se da entre ellos. El dialogo sera inconsciente y se dará con esa figura transferencial, esa figura que terapeuta y paciente representan para el otro.
Creo que Freud no ha explorado a fondo las consecuencias de todo esto. Evidentemente, no ha entrado a considerar la dinámica misma del dialogo terapéutico, ya que ve a ambos participantes como aislados entre si. Pero esto no me es, en particular, sorpresivo. Al lector de Freud le sonora todo esto similar al modelo que despliega en Psicoanálisis de las masas y análisis del yo. Su modelo de grupo es, en resumen, un montón de personas compartiendo un deseo "amoroso" por el líder. Son un montón de personas compartiendo, en general, el mismo espacio y que solo se relacionan entre si a través de ese "amor" por el líder. Podríamos decir que la masa de Freud es "todos juntos, pero no mezclados". Este modelo deja de lado toda la dinámica que puede surgir entre miembros como se ignora toda la dinámica del dialogo terapéutico.
Lo feo de la contraferencia
El fenómeno de la transferencia se da por igual y de la misma forma en paciente y terapeuta. Ambos están sujetos al mismo fenómeno y en este sentido ambos son iguales. La relación terapéutica seria así una relación entre dos iguales. Pero aunque no sea un dialogo, se necesita del otro para que la transferencia surja. Recordemos que el afectado por fenómenos inconscientes no puede estar consciente de que lo esta, según el mismo Psicoanálisis. Solo un otro puede dar cuenta de ellos. El paciente, por esto, necesita del terapeuta. Lo necesita para que reconozca cuando el fenómeno transferencial surja y o interprete y lo descifre. El psicoanalista puede darse cuenta in situ cuando surge este fenómeno en el paciente, pero él no puede darse cuenta cuando él mismo es objeto de este fenómeno. Allí es donde el paciente puede entrar en juego interpretando las transferencia del terapeuta cuando suceda y sera él que dictamine que es y que no es transferencia en el terapeuta, de la misma forma que el terapeuta hará con él.
A lo anterior se podrá objetar que el paciente no tiene entrenamiento. Sin embargo, él ya esta recibiendo un cierto entrenamiento al ser analizado. Recordemos que hay algo sobre el Psicoanálisis que no puede ser transmitido de forma racional. Solo puede ser transmitido cuando es experimentado en uno mismo3. Esto significa que para obtener ese algo habrá que someterse a un análisis didáctico.
Una segunda objeción podrá surgir en que un análisis didáctico y uno clínico son diferentes. Sin embargo, la única diferencia entre un análisis clínico y uno didáctico es que este ultimo no persigue un fin. No busca resolver traumas, solo provocar fenómenos inconscientes para que el aprendiz los experimente de primera mano. El paciente, por lo tanto, experimenta los mismos fenómenos cuando esta en terapia que un aprendiz en un análisis didáctico. Todo esto significa que el paciente se entrena, hasta cierto punto en Psicoanálisis, por lo tanto esta habilitado para elaborar una interpretación sobre lo que sufre transferencialmente el terapeuta. Podría dar con una buena interpretación de las emociones y sentimientos despertados en el terapeuta. Si el terapeuta puede detectar e interpretar los fenómenos transferenciales, y en especial dictaminar que es y que no lo es, por haber pasado tiempo en el diván, el paciente también estaría capacitado para hacerlo con su terapeuta.
A. — Entonces, ¿tiene miedo de este magnetófono?
Dr. X. — No. No lo deseo, no lo consiento.
A. — Pero ¿por qué? Por lo menos explíquemelo; ¿tiene miedo de este magnetófono?
Dr. X — ¡Corto!
A. — ¿Corta?, vaya, es interesante, ya vuelve con «el corte»; antes hablaba de cortar el pene; ahora es usted quien quiere cortar de repente.
(Fragmento inicial del dialogo)
Bajo esta perspectiva, podríamos decir, tomando nuestro ejemplo anterior, que cuando el hombre del magnetófono, al inicio del dialogo registrado, interpreta las palabras del terapeuta lo esta haciendo desde la validez y posibilidad que le da el haber estado bajo análisis. El hombre del magnetófono estaría validado y habilitado, por su tiempo en el diván, para interpretar el miedo y renuencia a hablar de su terapeuta. Pero aunque para nada este entrenado aun así esta mejor posicionado que el terapeuta para interpretar su transferencia. Esto le da al paciente una posición más activa en el dialogo terapéutico psicoanalítico4, ya que el terapeuta no puede darse cuenta de lo que sucede sobre su propio inconsciente. Entonces, si el paciente arroja una interpretación, como lo hace el hombre del magnetófono, ¿que habilita al psicoanalista a negarla?
Lo interesante de la contratransferencia
Más alla de estas consecuencias, o dilemas, que presente la contratransferencia a la terapia psicoanalítica, hay algo, de posible valor, que podríamos sacar de todo esto. Si el paciente psicoanalítico puede interpretar, o bien servir al terapeuta de la misma forma que su presencia le sirve al paciente, cabria preguntarnos si de alguna manera los pacientes pueden colaborar y ayudar a un mejor dialogo terapéutico y a una terapia más efectiva. No me refiero aquí al compromiso de seguir con la terapia o cumplir las tareas y recomendaciones del psicólogo, si no que este tome algún rol más activo del que ya tiene. La pregunta seria entonces ¿que puede hacer el paciente para mejorar este dialogo con el terapeuta? Quizás un ejemplo explique a que me refiero.
Una recomendación que suelo hacer es que la persona tenga bien descrito su problema al presentarse ante el terapeuta. Les recomiendo que piensen en detalle en el problema que los aqueja. Que lo describan de la forma más clara y especifica posible. Esto no solo ayuda al terapeuta, si no al paciente también. Al saber claramente que problema debe resolver, el terapeuta se enfocara en el desde el inicio, al no tener que tratar de averiguar las dimensiones y alcance del problema, y podrá concentrar sus esfuerzos con mayor efectividad y no distraerse en problemas derivados. Al paciente, le sirve justamente para lo mismo. Primero, le sirve para asegurar que reciba la ayuda adecuada, y también para no quedar atrapado en una terapia que no este centrada en su problema5. Y esta recomendación vale doble para el paciente que busca una segunda opinión. En general, la inquietud por una segunda opinión surge de una terapia con pocos éxitos o avances. Y una de las razonas de ese poco avance es que recibe una ayuda inadecuada por que el diagnostico es incorrecto. Por esto, el diagnostico es lo primero que debe ser puesto en duda y rehacerse. Aquí es donde un paciente con un rol más activo puede ser útil para un mejor pronostico de la evolución de la terapia.
En lo personal, he notado que los profesionales psi tienden a mantener el diagnostico inicial con el que llega el paciente. Tienden a tomar el diagnostico con el que llega el paciente como punto de partida de todo. No es puesto en duda. Parece asumirse que es correcto sin más, cuando debería ser puesto, desde el primer momento, en cuestión. Por eso el detallar el problema, al terapeuta, lo mejor posible evita el tener que presentar el diagnostico con el que se viene. Esto obliga al terapeuta a tener que armar un diagnostico inicial, y evita que tome, sin cuestionar, el diagnostico con el que se llega. El accionar del paciente lleva a que el profesional deba rehacer la historia del paciente y su problema. En palabras mas simples, el silencio sobre el diagnostico lleva al profesional a rehacer la anamnesis del caso. Así que si todo va correcto con esto, la primer sesión, o las primeras sesiones, se tratara de llegar a un diagnostico y elaborar una terapia acorde.
Pero lo anterior no significa tirar a la basura y empezar de cero solo por que se ha cambiado de terapeuta. Se debe considerar que el paciente esta buscando una segunda opinión. Esto significa evitar la tendencia de aceptar los datos previos del paciente y forzarlo al terapeuta a reevaluar el caso. Dejando los datos de la anterior terapia se asegura que el nuevo profesional no se deje llevar por ellos. Asegura que no se introduzcan sesgos o prejuicios en la elaboración de esta segunda opinión y diagnostico.
Pero ya hecho el nuevo diagnostico el paciente puede introducir los datos del anterior terapeuta incluyendo el diagnostico que formulo. Recién ali se puede comparar ambos diagnósticos y terapias para decidir que hacer. Si ambos diagnósticos y terapias son muy dispares hace probable que el primer diagnostico y terapia sea errada. Pero sea errada o equivocada, el paciente ahora tiene nuevos datos para evaluar que rumbo tomar. Y si los diagnósticos resulten iguales, o similares, una gran posibilidad es que ambas estén errados y inadecuados para su caso, y es posible que se requiere una tercer opinión para decidir que hacer.
Esta forma de conducirse es lo que quiero rescatar. El paciente fuerza así al terapeuta a realizar las indagaciones necesarias y evita que caiga en sesgos. Conociendo los defectos y virtudes de la terapia, en principal del dialogo terapéutico, el paciente puede ayudar a que la terapia llegue a buen puerto. De forma similar a como el paciente psicoanalítico podría ayudar al psicoanalista a detectar los fenómenos transferenciales que surgen en él e interfieren en la terapia, el paciente psicológico, sabiendo los defectos en que puede caer el terapeuta, o psicólogo6, puede ayudarlo a evitarlos o superarlos. Y es posible que haya otra formas en que un rol más activo, al conocer mejor lo defectos y virtudes del profesional y las terapias, pueda ayudar a lograr mejores resultados y de forma más efectiva. Y esto lo que trae el concepto de contratransferencia freudiano. Trae la pregunta por lo que pasa en la mente del terapeuta.
Conclusión
Quizás la mejor recomendación que se pueda hacer al paciente, es recordar siempre que el terapeuta es un ser humano, lleno de defectos y virtudes, como cualquier ser humano. Él tiene apetencias, deseos y problemas propios que pueden interferir con su practica profesional. Y este es el punto que el concepto freudiano de contratransferencia pone en juego. Trae la pregunta por la que pasa del lado del terapeuta, y al mismo tiempo resaltando la figura del paciente como más activa.
No creo ser el primero en sugerir lo que estoy haciendo en esta entrada. No seré el primero en sugerir, supongo, un rol más activo del paciente, más consciente de las dinámicas de la terapia. A pesar de todo tampoco el Psicoanálisis lo hace, y si lo fuera no creo que haya sido el primero en sugerirlo. Aunque tampoco me he topado con la misma preocupación por el terapeuta que la que le tiene el Psicoanálisis. Pero sea como sea, se puede ver que lo que se puede extraer de la contratranferencia no es gracias al mismo Psicoanálisis. Freud no exploro las consecuencias de su propuesta, por lo que es algo difícil darle algo de crédito por todo esto. Además, las conclusiones que haya podido extraer Freud o cualquier otro psicoanalista sobre el tema, serán conclusiones que parten de presupuestos que no son cuestionados, como complejos inconscientes sobre temas sexuales infantiles. Básicamente, parten de una respuesta prehecha.
Sin embargo, creo que podríamos encontrar algo interesante y de utilidad en el interesarnos en las dinámicas del dialogo terapéutico. El intereses superlativo de los psicoanalistas sobre el deseo del terapeuta, que pasa de su lado y en su mente, es interesante y posiblemente algo de valor. Como dije, el terapeuta, aun siendo el más profesional de todos, es un ser humano, sujeto a las mismas fuerzas e influencias que el paciente. Y el mejor entrenamiento sigue sin ser garantía para que un profesional caiga en ellas. Quizás con menos fuerza y frecuencia, pero puede que el algún momento suceda y el paciente estando atento a ello pueda evitarlo y superarlo, antes de quedar atrapado en una terapia que fue a la deriva.
- 1. Algo que se ve en el pensamiento freudiano es el uso de ciertas analogías de conceptos de la fisica como el concepto de energía. Aquí cabría preguntar ¿Habra considerado el Principio de acción y reacción de Newton o simplemente habrá considerado al profesional como una persona más en una relación mutua?
- 2. Cabe aclarar que aunque el prefijo contra da la idea de que es provocada por la transferencia del paciente, pero no hay nada que indique que necesariamente sea así. Solo es la transferencia del terapeuta.
- 3. Como si fuera una experiencia religiosa, como el conocimiento de la existencia de Dios. No se puede mostrar racionalmente su existencia, si no solo a través de un contacto directo o experiencia religiosa.
- 4. Si hay dialogo posible, claro esta.
- 5. Ver algunas recomendaciones sobre esto en esta entrada.
- 6. Recordar que psicólogo no es igual a psicoanalista.
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