Cuando uno conoce la histeria se termina conociendo el contexto médico e intelectual en el que Freud se movía. Uno puede darse cuenta de la verdadera dimensión de su trabajo y de su lugar con respecto a sus colegas. Era, simplemente, uno más del montón que no aportaba mucho a la cuestión. Incluso sus aportes eran retrocesos a la teoría uterina que dominó el tema de la histeria por unos 20 siglos y que el siglo XIX había superado ampliamente. Además, su uso de la sugestión hacía caer todo su trabajo en la sospecha. Sin embargo, a pesar de no aportar nada nuevo, hoy se siguen manteniendo mitos sobre lo heroico y genial de su trabajo. Vamos a analizar unas pequeñas ideas sobre la relación de Freud con la hipnosis.
Revisando la web en busca de textos sobre histeria me topó con esta pequeña respuesta a un trabajo. La idea que trata de defender es que Freud no era un mal hipnotizador y comienza así.
Hemos leído con gran interés el artículo “La hipnosis: una técnica al servicio de la Psicología” de Cabrera y colaboradores. Los autores señalan que Sigmund Freud “en su condición de médico investigó la hipnosis en profundidad, la utilizó para el tratamiento de la neurosis y reconoció su validez como un método, terminó confesándose un mal hipnotizador y la abandonó para dedicarse a formular su teoría del psicoanálisis”.
No he leído este trabajo, pero puedo ver que tiene algo de verdad, aunque no es tan así. Primero, no parece que Freud haya investigado "en profundidad" la hipnosis. No consta que haya tenido un entrenamiento muy diferente a lo que podría tener cualquier médico de su época, pero aunque lo haya tenido no parece haber sido bueno o suficiente. Él mismo se calificó como un mal hipnotizador.
A esta última proposición habría que contestar que entonces quedaría para mí muy limitado el número de enfermos, pues mis condiciones de hipnotizador no son nada brillantes1
Al parecer, hay que creerle más a los autores de esta respuesta que al mismo Freud.
Al estudiar algunas de las obras de Freud con relación a la hipnosis, se llega a la convicción de que él no abandonó esta práctica por considerarse un mal hipnotizador, sino porque tenía un verdadero espíritu científico, buscaba respuestas a través del experimento y no se contentaba con soluciones a medias.
Ignorando la flagrante declaración de Freud de su incapacidad o ineptitud para la hipnosis, debería decir que no es una declaración tan vergonzosa como quieren pensar estos autores. La hipnosis en la histeria era una tarea ardua y difícil de manejar, y no solo por el entrenamiento o experiencia que se pueda tener. Las pacientes con frecuencia eran muy difíciles de hipnotizar, cuando directamente no lo eran. Incluso podían ser muy histéricas y no ser hipnotizables para nada. Por otro lado, los resultados obtenidos no solían ser duraderos. Cualquier alteración podía llevar a nada los avances obtenidos con el hipnotismo. Sin embargo, la hipnosis, se usaba, en la medida de lo posible, para tratar síntomas puntuales y en forma de paliativo. Era una manera de saltar obstáculos particulares y así poder avanzar en la terapia general. Justamente, los trabajos iniciales de Freud muestran este uso de la hipnosis. Sin embargo, el verdadero valor de esta estaba en otro lado. Los médicos, con ella, aprendieron el efecto de las sugestiones del entorno podían tener en las pacientes y eso permitió un mejor desarrollo del tratamiento moral, antecesor de la psicoterapia moderna.
Por aquello que Freud experimentaba ... Me parece que estos autores confunden el método de prueba y error con el de experimento. Freud nunca hizo un experimento en su vida, cuando menos no para su Psicoanálisis o la Psicología. Nada comparable a controlar variables y esperar un resultado. Y tampoco nada sistemático y sostenido en el tiempo. Nunca comprobó sus conclusiones de manera experimental. Todo salía de su consultorio y su práctica clínica. Ahora, por el lado de no dejar nada a medias, no creo que eso sea algo particular del método científico. Es más bien característica de una persona que no se rinde con facilidad. Cualidad que debería tener un científico en su tarea, pero que no es nacida de su profesión. Es algo que se adquiere antes y que se debería aplicar a cualquier proyecto que se emprenda, no solo a lo científico.
En sus trabajos con Breuer se percató de que realmente existía una mejoría en los pacientes a través de la hipnosis, pero que no pasaba de una mejoría temporal, pues más tarde o más temprano el síntoma resurgía o se instalaba otro diferente, y en su búsqueda incansable de razones elaboró una teoría, un método y una terapia; tres direcciones que abarca el psicoanálisis, que nace de una práctica profesional directa.
Para empezar, no solamente Breuer se percató de eso. Ya muchos sabían de estas mejorías y de lo temporal de ella, Breuer no lo descubrió. Para seguir, uno puede percibir que los autores no parecen conocer mucho de la práctica científica. Elaborar una teoría a partir de 18 casos de histeria no es algo suficiente.2 A lo sumo una hipótesis, una explicación tentativa, pero no una teoría y menos una terapia. Tampoco este número es mucho comprado con el número de pacientes que otros médicos atendían. Freud era un médico privado y particular, y justamente que esa teoría, método y terapia haya nacido de "práctica profesional directa" no es más que otra forma de decir que todo salía de su consulta particular, y no de experimentos controlados y sistemáticos.
Muchos de sus colegas para esos momentos eran profesionales de hospital. O sea, atendían una variedad y número mayor de pacientes. Por ejemplo, Briquet tenía más de unos 650 pacientes en su haber3. Por el lado de la terapia, Freud aportó mucho. Utilizaba los mismos elementos que otros médicos usaban en su época. Incluso llegó a mencionar que aplicaba el método de Weir Mitchell4, lo que vendría ser el estándar de oro para el tratamiento de la histeria de su época, y hasta Freud no dudó en alabarlo.
En realidad, Freud no trajo gran cosa consigo al mundo de la histeria. De nuevo, lo que es nuevo en Freud no es cierto y lo que cierto no es nuevo.
En sus inicios, el psicoanálisis fue centrado en personas histéricas. Mediante la hipnosis se producía catarsis: procedimiento terapéutico de establecer y reconocer las causas a nivel inconsciente que provocan los síntomas y son expresados en estado hipnótico. Freud los llamó contenidos inconscientes y comprobó que se movían por la afectividad y se identificaban con la dimensión no racional del hombre; por ello, era necesario llevar al paciente al recuerdo, e interpretar juntos dichos contenidos. Es a esto a lo que llamó psicoanálisis.
Esto es una simplificación, algo grosera, de los postulados psicoanalíticos. Es cierto que Freud se dedicó inicialmente a las pacientes histéricas. El Psicoanálisis se desarrolló por las histéricas y para las histéricas. Lo que no es cierto que la hipnosis produjera la catarsis. Esta solo suprimía los síntomas. La catarsis es producida al extraer el pensamiento reprimido y ser llevado al Consciente. Y, a decir verdad, la hipnosis no fue un factor muy importante en la formulación posterior del Psicoanálisis moderno. Para Estudios sobre la histeria, uno puede notar que la hipnosis ya estaba cayendo en desuso por él, debido al poco éxito que obtenía con ella y lo poco estables que eran sus resultados.
Si debería decidirme por algún factor que explicara el nacimiento del Psicoanálisis moderno, me decantaría por la insistencia en los factores sexuales. Su supuesto a priori era de que todo era sexual. Esto lo llevó a encontrar todas las pruebas que necesitara, de la misma forma que una persona celosa obsesiva encontrara las pruebas de la infidelidad de su pareja. Su insistencia terminará creando las pruebas que necesita y si no las encuentra, su ausencia será prueba de que no ha llegado todavía a ellas5.
A consecuencia del estudio del psicoanálisis, descubrió el fenómeno de la transferencia, una situación peligrosa para un terapeuta que practica la hipnosis, ya que supone ser convertido en el destinatario de los sentimientos reprimidos del paciente y de sus deseos. Hoy esto constituye uno de los aspectos técnicos más controvertidos en la práctica profesional.
Más allá de lo que quieran expresar aquí los autores, debería mencionar que no era necesaria la hipnosis para ver como el médico podía influir en el paciente. Este podía sugestionar, sin intención, a la paciente y podía provocar o profundizar síntomas en ella. Como el mismo Gowers mencionara antes que Freud, el médico con solo examinar a la paciente con cierto detenimiento podía provocar que algún síntoma se profundizara.
La atención es un potente intensificador de los síntomas de la histeria y, mediante un examen y demostración demasiado frecuentes, pueden mantenerse ciertos fenómenos, como la anestesia, que desaparecerían si se desestimaran. Esta precaución es especialmente necesaria en lo que respecta a la inducción del estado hipnótico y de los fenómenos convulsivos. La influencia de tal inducción en el paciente es claramente perjudicial, intensificando la condición mórbida, y en ningún caso debe permitirse o adoptarse un procedimiento, que puede en cualquier grado perjudicar al paciente, simplemente para satisfacer una curiosidad científica.6
Ya el mismo médico frente a la paciente histérica, por únicamente estar presente, podía producir problemas como, unos 25 años antes de Gowers, Romberg mencionaba.
El médico que emprenda el tratamiento de la histeria debe estar preparado para mostrar paciencia, simpatía y firmeza. Cuando la energía moral está tan suprimida, como en esta enfermedad, la mera manifestación de una voluntad determinada en otra produce un efecto imponente; sin embargo, esta influencia debe ser ejercida con consideración y cautela, y debemos ceder en pequeñeces para llevar a cabo el plan de tratamiento con el mayor rigor y perseverancia.7
No faltaba la hipnosis para ver la influencia del médico en la paciente histérica, como tampoco se necesitó del Psicoanálisis para notarlo.
Freud planteó la necesidad del terapeuta de conocerse a sí mismo antes de conocer e interpretar a los demás, ponerse en el lugar del paciente antes de ser terapeuta, sufrir el rol que después deberá atender. Hasta el momento esa forma de preparación se encuentra vigente y este es uno de los méritos mas definitivos del psicoanálisis, que debería ser imitado por todos los que practican la hipnosis. El terapeuta debe estar bien preparado en el conocimiento de la ciencia psicológica, de lo contrario, por más buenos deseos e intensiones que tenga, le será imposible ser un buen hipnotizador.
Esto es algo más para lo cual no se necesitó del Psicoanálisis. Sabiendo que el médico podía inadvertidamente influenciar en su paciente, se hizo claro que este debía controlarse a sí mismo frente a la paciente. Este debía controlarse frente a la paciente. Debía mostrar estabilidad frente a una paciente sumamente sensible y excitable.
Apreciación cuidadosa de los propios sentimientos del paciente; seguridad determinada de que la enfermedad es algo real y no una fantasía ociosa; esfuerzo vigoroso para ayudar al paciente en la debilidad y para corregirla cuando se equivoca; fertilidad de recursos en las cosas pequeñas; una actitud alegre pero no jactanciosa, compasiva y tranquila, pero sin condolencias ni ansiedad; y una voluntad fuerte, con trabajo y tacto del paciente, puede hacer mucho, y a menudo puede curar.8
Y el médico debía saber guiar los pensamientos de la paciente.
Si el médico tiene la fuerza de carácter necesaria para obtener la confianza y el respeto de sus pacientes, tiene también mucho más en su poder, y debe tener el tacto de aprovechar las ocasiones apropiadas para dirigir los pensamientos de sus pacientes al lapso de los deberes hacia los demás, y al egoísmo que una vida de invalidez es propensa a provocar. Esta medicación moral pertenece a la esfera superior de los deberes del médico y, si quiere curar a su paciente de forma permanente, no puede permitirse el lujo de descuidarlos.9
Es claro, con este párrafo de Weir Mitchell que el tratamiento moral estaba el germen de la psicoterapia moderna y hasta se lo puede encontrar unos 120 años antes.
Al mostrales que está totalmente al tanto de la enfermedad, el médico puede muchas veces ejercer cierta autoridad sobre ellos y lograr que sigan sus instrucciones sin inconvenientes. Se les debe acostumbrar a que obedezcan y se les debe hablar con amabilidad, pero también con autoridad. Se los debe tratar con gran ternura y afecto, y sus cuidadores deberán comportarse de otro modo solo cuando no lo puedan evitar, ya que esto traicionaría su confianza.10
Para concluir con esta respuesta a una respuesta, debo hacer notar que no todo es como se lo presenta. El ambiente de la época en que Freud apareció en escena ya tenía todas las ideas que se presumen como novedosas que él trajo. Incluso el uso de la hipnosis ya era algo devaluado antes que Freud lo abandonara. Y aunque su principal razón para hacerlo haya sido la misma que para los demás de sus colegas, su poca utilidad terapéutica, es difícil obviar las declaraciones de Freud sobre su propia experticia. Él mismo se categorizó como un pobre hipnotizador. No la abandonó por tener un espíritu de gran científico. Simplemente, abandonó su empleo porque no servía para ello y, a decir verdad, la hipnosis tampoco era tan valiosa en sí misma.
- 1. Freud, Sigmund, "Estudios sobre la histeria", en Obras Completas (Biblioteca Nueva, 1895), pp.155
- 2.
Mi afirmación de que la etiología de la histeria ha de buscarse en la vida sexual se basa en la comprobación de tal hecho en dieciocho casos de histeria y con respecto a cada uno de los síntomas; comprobación robustecida, allí donde las circunstancias lo han permitido, por el éxito terapéutico alcanzado. (Freud, Sigmund, "La etioloǵıa de la histeria", en Obras Completas (Biblioteca Nueva, 1896), p.304)
- 3. Preston, George J., Hysteria and allied conditions (Filadelfia: P. Blakiston, Son & Co., 1897) - pp.65,66,112.
- 4. Freud, Sigmund, "Estudios sobre la histeria" - p.145
- 5. Un ejemplo se puede ver en el Manuscrito H.
- 6. Gowers, William Richard, "Hysteria", J. & A. Churchill (1888), p.941
- 7. Romberg, Moritz Heinrich, A Manual of the Nervous Diseases of Man vol. II, (Londres: The Sydenham Society, 1853) - p.91
- 8. Reynolds, John Russell, Hysteria vol. II (Local Diseases), 2 (Londres: MacMillan & CO., 1872) - p.105
- 9. Mitchell, Sailas Weir, Fat and Blood: An essay on the treament of certains forms of Neurasthenia and Hysteria 3 (Philadelphia: J. B. Lippincott & Co., 1884) - p.62
- 10. Monro, John, "Comentarios acerca del Tratado sobre la locura", John Clarke (1758) - p.77
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