El principal obstáculo con el que me enfrento en este blog es el poder acceder a muestras de la praxis psicoanalítica. Tener accesos a la teoría es facil para cualquiera, y yo en particular me beneficio con la enseñanza de la Facultad de Psicoanálisis, pero es difícil acceder a lo que sucede en los divanes. Son casi como confesionarios y casi igual de herméticos. Los psicoanalistas cuando nos cuentan que sucede allí dentro de sus consultorios solo tenemos una versión recortadas y reformada de lo que sucede y los que se acuestan en los divanes callan. Pero no siempre los que habitan los divanes callan. Un 1967 un paciente decidió abrir las puertas del consultorio. Decidió grabar una sesión con su psicoanalista.
Una de las principales influencias que tengo en mi lado filosófico es el Existencialismo sartreano. La lectura de El Ser y la Nada de Jean Paul Sartre fue una lectura importante para mí. Fue allí, en el capitulo de Psicología Existencial, donde leí la primera critica al Psicoanálisis, la cual se centraba en un agujero lógico en mismo concepto del Inconsciente. Fue esa critica la que puso en el camino de seguir analizando y pensando el Psicoanálisis, y seguí leyendo e interesándome por la obra de Sartre. Así di con el hombre del magnetófono. La transcripción del audio de aquella sesión se publico primero en un libro y luego Sartre decidió publicarlo por su cuenta en una revista, o sea una publicación mas accesible y masiva que un libro. Les Temps Modernes fue aquella revista, la cual esta dirigida por el mismo Sartre. Decidí hacer lo mismo y rescatar ese dialogo del olvido y poner una copia en el blog para que se pueda acceder al texto con facilidad.
Lamentablemente, el dialogo no nos permite meternos de lleno en una sesión psicoanalítica. Solo nos deja ver por el rabillo del ojo algunas cuestiones e inferir otras a partir de lo que sucede. El magnetófono no estaba oculto si no que el psicoanalista bien esta consciente de su presencia, de tal forma que se negaba a seguir con la sesión, aparentemente con miedo a exponer su doctrina al mundo, o quizás solo absolutamente sorprendido e la fragilidad del hermetismo de su consultorio. Es por esta razón que el dialogo se centra principalmente en lo que el hombre del magnetófono dice y no en lo que el psicoanalista nos puede decir de lo que sucede en su diván. Este esta más interesado en despedir al paciente de su consultorio y alejar ese magnetófono de su vista que dar explicaciones sobre su terapia.
El "Dialogo Psicoanalítico" del magnetófono es, al parecer, único. No vi otro intento similar, aquí o afuera, a pesar que hoy disponemos de tecnologías más discretas al grabar algo. Para finales de 1967 la forma de grabar un dialogo era conseguir un magnetófono, que era de tamaño considerable y no fácil de ocultar. Por esto es fácil comprender los derroteros del dialogo tomo en la persona del psicoanalista. Lo que me llama la atención es que no se haya producido un intento similar de "ajuste de cuentas", o pedido de explicaciones, a los psicoanalistas hoy en día. Tenemos una tecnología mas chica y mucho más potente para grabar conversaciones. Incluso tenemos cámaras ocultas por doquier y de precios accesibles. Pero no tenemos que ir muy lejos. El Psicoanálisis siempre se considero a si mismo, hablando mal y pronto, como una especie de arte de hablar. Incluso los lacanianos orotodoxos inician con un draconiano "Hable". En Psicoanálisis todo es hablar. Hoy no hay persona que no tenga un teléfono con la capacidad de grabar una conversación. Incluso las grabadoras digitales son fáciles de esconder y no provocar una situación similar a la de este Dialogo Psicoanalítico. Los diálogos de este tipo están llamativamente ausentes.
Creo que la principal razón es que los pacientes defraudados por el Psicoanalista prefieren no volver nunca más a los divanes. De hecho nuestro hombre del magnetófono, el señor A., se fue para volver por una ultima vez. Al parecer nadie vuelve a los consultorios para nada y esperable esto. ¿Para que volver a un lugar donde nada bueno se pudo obtener y solo se perdió tiempo y dinero, obviando los problemas que uno pudo tener por no haber recibido ayuda eficaz y solo una ayuda incluso perniciosa? Igual que Dora lo hizo con Freud, los pacientes un día se levantan hastiados, cansados y defraudados de los divanes y se van para no volver. No quieren saber nada del diván y se olvidan de todo. El Señor A. volvió para poner en claro que había sucedido. Volvió a pedirle cuentas sobre su terapia. Los pacientes de hoy no hacen eso. Quizás si, nadie lo haya hecho como lo hizo el señor A. Volvieron pero no lo registraron. De nuevo, es extraño esto. Pudiendo grabar y dejar registrado la inutilidad del Psicoanálisis, dejan pasar la oportunidad de denunciarlo abiertamente y desafortunadamente dejan vació en los consultorios psicoanalíticos. Este lugar vacío lo ocupa persona y es muy probable que esa nueva persona sufra lo mismo que el paciente saliente sufrió. Incluso el señor A. no duda en llamar a los pacientes víctimas.
De nuevo, los consultorios están sellados herméticamente tal como un confesionario lo esta. Pro lo que no hay registros de lo que sucede allí dentro y, por ende, no hay controles. De parte de los psicoanalistas muy poco se puede esperar al respecto. Sus relatos solo sirven para confirmar o justificar su terapia, y no mostrar objetivamente lo que sucede allí dentro. De ellos no podemos esperar apertura y muchos menos claridad. Solo nos queda el otro polo de esta relación terapeuta-paciente. Los pacientes son los que pueden abrir los consultorios y mostrarnos objetivamente que sucede allí dentro. El señor A. dijo que el magnetófono "es un oyente que nos escucha con mucha benevolencia" y yo agregaría que lo hace con objetividad. No juzga y no distorsiona lo que escucha. Los grabadores son una opción potente para lograr que los consultorios se habrán y muestren su verdadero rostro.
Inversión de roles
El señor A. llevaba, si no me fallan los cálculos, unos 14 años. Luego de esos años la ayuda prometida nunca llego, por lo que tomo cartas en el asunto. Decidió pedir explicaciones a su psicoanalista. Tomo un magnetófono y tuvo una sesión con su analista de años. Es cierto que nos falta el inicio de esa sesión y que no es una sesión per se ya que no se ve actuar al psicoanalista si no ¿defenderse del magnetófono? En este sentido los consultorios psicoanalíticos siguen cerrados al publico, pero este dialogo nos permite ver cosas interesantes y espiar un poco sobre lo que se habla en los divanes, por lo que este dialogo sigue siendo interesante para notar ciertas cosas.
El señor A. luego de años decide volver con su psicoanalista y pedir cuentas sobre todo esos años. Quiere hablar de la responsabilidad del psicoanalista tiene en toda su terapia. ara eso trae a un oyente imparcial y "benévolo". Trae un magnetófono y se propone grabar el dialogo con el psicoanalista. Pero sucede algo interesante. EL psicoanalista se niega por completo a esto e incluso parece asustado por la presencia del magnetófono. Este despliega un comportamiento por demás infantil, que incluso el señor A. lo "amenaza " con una azotaina, pero que se componga y actué de forma adulta. Incluso su temor al magnetófono roza la desesperación cuando comienza a gritar socorro y hasta amenaza con internarlo o llamar al policía, a pesar de los infructuosos intentos del señor A. de tranquilizarlo. Incluso, en un intento que solo puedo reconocer como desesperado, llega a insinuar, en el hecho de acusarle de negar la realidad, que el señor A. sufre de psicosis por negar la realidad, y sin siquiera explicar o mencionar de que trata esa realidad negada. Todo este comportamiento dispara una pregunta. ¿Por que este increíble temor a ser grabado? ¿Tan vergonzosa, penosa o incriminante es una sesión psicoanalítica o un dialogo con un paciente que le pide explicaciones?
Se puede notar claramente es la inversión de roles que provoca la presencia del magnetófono. Podemos ver como A. le devuelve a su psicoanalista la propia teoría con que lo trato todos estos años, al momento de llamar a la policía y de cortar la sesión al inicio por ejemplo. Pero el psicoanalista no reacciona frente a esto. No parece percatarse siquiera, quizás debido a su estado de temor. También hay un paso del poder al paciente. El psicoanalista ya no domina la escena para nada. El magnetófono, o sea la posibilidad de ser expuesto, le quita todo el poder que pudiera tener y solo le queda escapar. Pero debemos remarcar que no hablamos de un crimen, cuando menos hasta donde sabemos, si no de hablar sobre la terapia y hacer publica esa charla. El abrir el consultorio al mundo le provoca directamente pánico al psicoanalista. si consideramos este temor se hace entendible por que sea tan difícil obtener una transcripción de una sesión sin las modificaciones, alteraciones y recortes de los analistas de las mismas. Y sin embargo, es aun posible ver los problemas de esas sesiones ¿Que sorpresas y horrores podemos entonces esperar de una sesión sin editar por un psicoanalista? Concluyendo Si yo hubiera estado consciente de la posibilidad de grabar mis sesiones cuando estuve bajo el Psicoanálisis y de lo que realmente es el Psicoanálisis no hubiera dudado en haberlo hecho. Hoy hubiera estado publicando, de seguro, esas sesiones analizándolas hasta el menor detalle. Hoy hay muchas más posibilidades tecnológicas para hacerlo. Son tecnologías que están al alcance de la mano de cualquier habitante de un diván. Esas tecnologías nos permitirán echar un vistazo imparcial sobre lo que ocurre en los consultorios psicoanalíticos. Son la llave que abrirá los consultorios al escrutinio publico y dará cuenta de lo que realmente significa hacer terapia. Tenemos la tecnología, la facilidad de publicarlo (Internet) y hay infinidad de personas atendiéndose en divanes. ¿Por que no vemos magnetófonos funcionado a destajo en Argentina? Quizás por que falta la conciencia de poder hacerlo que sufren los pacientes psicoanalíticos. Quizás necesitan saber que alguien ya lo hizo antes, y que se puede volver a repetir. De hecho, aquí mismo pueden contar su historia.
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