Otro ejemplo de deshonestidad feminista

Encontré en la histeria un punto fundamental de la estructura del Psicoanálisis. Cuando se ataca la histeria se golpea en un punto bastante sensible del edificio teórico psicoanalítico. Ahora bien, al hablar de Psicoanálisis, terminamos, tarde o temprano, hablando de sexo y de las mujeres que pasaron por el diván de Freud. Y si hablamos de mujeres y sexo, terminaremos metiéndonos rápidamente en el terreno del feminismo. Así, yo pasé de la histeria a la histeria libidinosa, o sea ninfomanía, y de su mano a toparme con un libro feminista. Y las autoras, en mi experiencia, son deshonestas y la autora de ese libro me dio rápidamente un ejemplo de lo que empiezo a considerar ya como una deshonestidad feminista típica.

La autora a la que me refiero es Carol Groneman. Su libro es Ninfomanía: una historia, pero no pude encontrar una copia de él. En cambio, encontré un artículo denominado Ninfomanía: La construcción histórica de la sexualidad femenina1. Entré a leerlo para ver que relataría. Allí, ya en las primeras líneas, me encuentro que era una autora feminista. Casi de inmediato tuve la seguridad que lo que contaría sería alguna media verdad. Seguro que sería otro caso de deshonestidad intelectual. ¡Y no me defraudó!

Como siempre, el tema de lo sexual es un tópico recurrente en el feminismo y es el tema del artículo, solo que a través de la ninfomanía.

EL TÉRMINO NINFOMANÍA resuena con un sentido de la sexualidad insaciable de la mujer, devoradora, depravada, enferma. Evoca a una mujer agresivamente sexual que aterroriza y excita al mismo tiempo a los hombres. Rodeada de mitos, hipérboles y fantasías, la noción de ninfómana del siglo XX está arraigada en la cultura popular: se menciona en películas, novelas, vídeos musicales y manuales de adicción al sexo, así como en vestuarios y salas de juntas.

“Rodeada de mitos, hipérboles y fantasías” ¡Oh, la ironía! Pero ciertamente, la ninfomanía despierta cierto imaginario al rededor de ella que no despierta su contraparte masculina de la satiriasis. Y como esa afección masculina era equivalente a la ninfomanía, se terminaron colocando ambas afecciones bajo el término de hipersexualidad, algo que pudo contribuir a eliminar ese imaginario sobre la ninfomanía.

En el siglo XIX, sin embargo, se creía que la ninfomanía era una enfermedad orgánica específica, clasificable, con un conjunto supuesto de síntomas, causas y tratamientos.

Ciertamente, esto no tiene nada de extraño o criticable. De hecho, hoy se suele pensar igual. Varios indicadores y su relación con ciertos trastornos como la bipolaridad, la manía, el autismo, enfermedades neurodegenerativas entre otros problemas. Incluso junto con ciertos daños cerebrales se puede llegar a ver un incremento de la actividad sexual. Se suele presentar una incremento de la libido en personas afectadas por estos problemas y no solo que fuera una mayor actividad sexual acompañada del mismo deseo regular.

Al igual que el alcoholismo, la cleptomanía y la piromanía -enfermedades que se identificaron a mediados del siglo XIX-, el diagnóstico de ninfomanía se basaba en el comportamiento exhibido. Sin embargo, el deseo sexual femenino "excesivo" es un concepto mucho más ambiguo que la embriaguez habitual, el hurto en tiendas o el prender fuegos.

Esta última proclama bastante discutible. Primeramente, la comparación es criticable. Se comparan eventos puntuales con un comportamiento variado y compuesto por diversos actos diferentes. Como el término moderno de hipersexualidad denota, no se habla solo de tener relaciones sexuales, sino de un incremento del deseo sexual que hace compulsivo el realizar actos sexuales de diversa índole, no solo tener relaciones sexuales define al trastorno. Si la sexualidad se pudiera definir bajo un solo acto, se podría comparar lo que compara, pero como no es un simple acto particular, su comparación es falsa. Es como tratar de igualar caminar, a danzar o de dar la mano al acto de dibujar. El hurto a tiendas es un acto simple, como el prender un fuego. Son actos puntuales y bien definidos porque son simples. En el caso dela embriaguez pareciera algo diferente, pero también es simple. De hecho, la ley lo ha definido bien. Más de dos vasos de alcohol que presentan cierto valor de alcohol en la sangre, es definido como embriaguez.

Sin embargo, el “deseo excesivo” es fácil de definir. Se pueden establecer ciertos criterios a cumplir. Por ejemplo, el ICD-11 menciona que la hipersexualidad se da cuando la persona no puede resistir los impulsos sexuales, que esta condición llave más de 6 meses al menos. El tercer criterio es el que define a este comportamiento como patológico. Esto debe causar a la persona una angustia o un deterioro significativo de sus relaciones familiares, sociales, educativas, laborales y/o en otras áreas de la vida de las personas. En palabras simples, pierde su trabajo o tiene problemas en él por su conducta. Su desempeño educativo es igual de afectado. Sus notas bajan y le hace más difícil superarse. Tiene problemas con familiares y/o amigos viendo coartada su vida social. No es difícil imaginar situaciones que pudieran llevar a tales perdidas en su vida. En resumen, el deseo es excesivo cuando la persona ve que el cumplir con su deseo sexual se hace costa de otros aspectos de su vida. Irónicamente, el caso que trae la autora para ejemplificar su punto un buen ejemplo de esto.

El caso

Consideremos los siguientes casos de ninfomanía diagnosticados en la segunda mitad del siglo XIX.
"La Sra. B.", de veinticuatro años  y casada con un hombre mucho mayor, buscó la ayuda del Dr. Horatio Storer, ginecólogo  y futuro presidente de la
de la Asociación Médica Americana, a causa de sus sueños lascivos.

La mujer no presentaba signo físico de alteración o problema alguna2. Era, básicamente, una mujer sana. Aunque presentaba algunos problemas menores, no eran de gran relevancia para el caso. Bien, lo que la autora no está mencionando es que el problema de los sueños llevaba varios meses.

Él [médico] informó de que ella "apenas puede conocer o conversar con un caballero, pero que la noche siguiente se imagina que tiene relaciones sexuales con él,  aunque piensa que rechazaría inmediatamente un avance impropio por parte de cualquier hombre"

Este es un detalle a considerar. Lo que la autora ‘olvida’ de mencionar es que la paciente tenía “frecuentemente tales pensamientos durante el día, a veces durante una conversación; […]”(p.384) lo que no es un detalle menor. Lo que la mujer padecía eran pensamientos intrusivos que con el tiempo harían difícil el contacto cotidiano con las personas. La misma paciente expresaba ese temor. Le comunicaba al médico que no creía haber mostrado lo que pasaba por su mente, pero que tenía mucho miedo de que si la enfermedad avanzaba no ser capaz de contenerse(p.384). Esto es justo lo que los simples criterios mencionaban. La paciente se encontraba ya angustiada por su comportamiento sobre el que parecía estar perdiendo el control. Algo que también 'olvida' mencionar la autora es que la paciente sufría de espasmos involuntarios en sus genitales, lo que sustenta la idea de que es un problema neurológico de algún tipo lo que le sucedía(p.384).

De hecho, "disfruta enormemente del coito" (con su con su marido) y ha tenido relaciones sexuales con él todas las noches durante los siete años de su matrimonio. El marido "se ha quejado últimamente de que encontraba obstrucción física al coito por parte de ella, aunque ella cree que es más bien un creciente fracaso de él en la erección"

Otra cosa que olvida de mencionar es que ese “todas las noches” es todas las noches sin falta alguna. O sea, sin descanso. Incluso lo hacían cuando la menstruación se presentaba. Algo más que olvida de mencionar es el esfuerzo al que está sometido el hombre. Por lo general, eran tres veces cada noche con la correspondiente “emisión seminal” de su parte(p.384).  Evidentemente, este esfuerzo de tener tres coitos por noche condujo al fracaso de tener erecciones. Al parecer, la paciente también sufría por este esfuerzo. Ella relataba “que no pocas veces se desmaya durante la penetración"(p.385), aunque, al parecer, era de la suma excitación y placer que padecía.

En este "caso de ninfomanía", Storer ordenó a la Sra. B. que se separara temporalmente de su marido, que restringiera la ingesta de carne y se abstuviera del coñac y de todos los estimulantes para disminuir su deseo sexual, que sustituyera el colchón y las almohadas de plumas por otros de pelo para limitar la calidad sensual de su sueño y que tomara enemas fríos y baños de esponja y se lavara la vagina con hisopos. para limitar la calidad sensual de su sueño, y tomar enemas fríos y baños de esponja e con solución de bórax para enfriar sus pasiones.

El médico le dio a la pareja una lista de 11 puntos. Algunos de ellos eran los listados aquí por la autora. Obviamente, que lo que primero recomendaría el médico es el descanso de sus genitales. Así que indica “abstinencia total del marido; si no es posible de otro modo, mediante la separación total temporal”(p.385) que es algo que no logran cumplir, por ella. Luego de 15 días después de dictarse esta recomendación, él tuvo que dejar la ciudad para poder cumplirla.

Otra recomendación, siguiendo los lineamientos clásicos para enfermedades nerviosas, era una cambio de dieta. El médico indicó “carne solo una vez al día” y le recomendó hierro, en forma de píldora, tres veces al día. También le indicó ciertas sustancias sedantes como la valeriana y la lupulina. Y siguiendo con las mismas recomendaciones para problemas nerviosos, se le recomendó a la paciente “ejercicio, aire fresco, y ocupación de la mente por más y alegres amigos.” Puesto de otra forma, mantener ocupada la mente y el cuerpo en algo más. Por ello, se le negó también el “dejar de escribir novelas”, algo que requiere dejar libre la fantasía. Y para calmar las ansias se le indicó baños regulares de esponjas frías, enemas iguales de fríos al irse a dormir y, al parecer, con el mismo objetivo, “frecuentes lociones de la comisura vaginal anterior con solución de bórax.” Lo que no hay constancia es el porqué del cambio de “almohadas de pelo y colchón en lugar de plumas”. El motivo de la autora, o bien, proviene de algún otro lado o solo es una suposición de ella, algo que también podría decirse del uso del bórax.

Luego de un mes del tratamiento, los pensamientos lascivos parecen haber disminuido, peor la pareja debía seguir en tratamiento. El doctor indicaba que la pareja debía aprender la moderación, algo que parecía tampoco tener el hombre. El médico mencionaba que los desmayos que la paciente solía tener durante el coito no eran impedimento para el marido para continuar(p.385). Esto es algo que también parece obviar la autora, como también deja pasar la abstinencia impuesta a ambos, paciente y marido. Esto indica que no solo se estaba controlando la sexualidad de la mujer, sino también la del hombre, que va algo en contra de su conclusión. 

El diagnóstico médico de la ninfomanía en el siglo XIX, construido en un contexto social y cultural, además de científico, reflejaba y reproducía las actitudes predominantes sobre el comportamiento adecuado.

En definitiva, la paciente estaba sufriendo de una ninfomanía. Claramente, tenía un deseo sexual excesivo incluso para ella misma, que es lo que la llevo a consultar al médico de turno. También es claro que estaba empezando a estar fuera de su control. No pudo resistir la tentación y se hizo necesario una separación física entre ella y su marido de, al menos, una ciudad de distancia. Y, por lo visto, empezaban algunas fricciones en su matrimonio por su elevado deseo sexual. El caso parece cumplir todos los requisitos del ICD-11 para hipersexualidad, pero esto surge de todos los detalles faltantes que la autora dejo de lado. Nuevamente, el problema de las autoras feministas está en lo que dejan de lado, en lo que convenientemente no mencionan.

 

 

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