Sobre la analogía del iceberg

Infinidad de veces se escucha la analogía del Iceberg del Psicoanálisis. Según esta, lo conciencia solo es una ínfima parte de un todo. Es lo que lo poco que podemos ver de la mente. Existiría todo una gran parte oculta. Una parte oculta bajo el agua, así como un iceberg. Un artículo de Psicoanálisis en un blog (¿de Psicología con Psicoanálisis?) usa esta analogía, pero es interesante esta vez porque permite ver, con claridad, como el concepto siempre presente. Deja ver cómo se puede siempre invocar para cualquier cosa y terminar ‘explicándolo’ todo.

El artículo, en cierto momento, explica la analogía:

Desde una perspectiva freudiana, podemos pensar en la mente como un iceberg, con nuestra conciencia como la punta del iceberg, sobre el agua, y nuestro inconsciente como la parte mucho más grande, fuera de la vista, debajo de la superficie. Como sabemos por el Titanic y muchos otros barcos que se han volcado por colisiones con icebergs, el hecho de que no puedas ver lo que hay debajo de la superficie no significa que no puedas chocar contra él con terribles consecuencias. Así es con el inconsciente.

El punto esencial de la analogía es la existencia oculta del Inconsciente. Este no puede verse, solo puede deducirse a partir de sus efectos y curiosamente solo en terapia psicoanalítica se puede hacer esas deducciones. Entonces, cualquier barco que se hunda puede deberse a un iceberg que nadie ve, ni siquiera el mismo que chocó contra él, quizás solo el psicoanalista de turno.

¿Por qué algunas personas siguen eligiendo parejas que no están disponibles, explotadoras o abusivas, aunque juran que nunca volverán a cometer el mismo error? ¿Por qué otras personas sabotean repetidamente sus trabajos o cualquier otra cosa que realmente pueda beneficiar sus vidas? La respuesta está en su inconsciente.

No importa que la persona utilice métodos equivocados o ineficientes para encontrar lo que busca o que lo haga en lugares equivocados. Tampoco interesa que una persona sufra de miedo y se retrotraiga en un momento crucial. Incluso no importa que la persona lo reconozca. Uno podría esgrimir que son malas costumbres, hábitos o desconocimiento, que lleva a la persona a tales resultados indeseados, pero el psicoanalista siempre podrá decir que hay un iceberg contra el que chocó, sea cual sea el caso. ¿Tiene miedo? Pues hay algo oculto a descubrir que es la razón de ese miedo. ¿La persona sabe las razones de ese miedo y le son absolutamente conscientes? No importa. El psicoanalista dirá que detrás de eso hay un iceberg oculto que hay que exponer, aunque el paciente no lo vea. Incluso cuando se ‘muestre’ al paciente las razones inconscientes de su problema, el psicoanalista podrá seguir diciendo que hay algo más a descubrir, que solo han descubierto la mitad del iceberg o que hay descubrir la otra mitad o, cuando no, un nuevo iceberg debajo de ese. Una especie de flogisto moderno.

En la antigüedad, ante la pregunta de ¿por qué algo arde?, se respondía: “Porque tiene flogisto”. Este sustancia hipotética era la responsable de la combustión de las cosas. Las cosas ardían porque tenían flogisto en ellas. Era una sustancia nunca comprobada, solo hipotetizada. Postularla parece que explicaba la combustión, pero en realidad no lo hacía. Solo pateaba el asunto hacia más adelante. Básicamente, decía que la presencia del flogisto producía la combustión, pero la combustión nunca era explicada. O sea, nunca se explicaba cómo el flogisto ardía. Las cosas arden porque tiene flogisto, pero ¿por qué arde el flogisto? ¿Cómo es la combustión del flogisto? Con el inconsciente sucede lo mismo.

Cualquier conducta puede ser ‘explicada’ usando la carta de motivos inconscientes, pero nunca es explicada la conducta en sí misma. Una obsesión se ‘explicará’ con pulsiones inconscientes de repetición, pero nunca se explica la conducta en sí misma. Así como el flogisto ‘explicaba’ la combustión diciendo que la cosa arde porque tiene algo que arde en su interior, una persona con conducta obsesiva-compulsiva se dirá que sufre de pulsiones inconscientes de repetición. Dicho de otra forma, la persona compulsiva es compulsiva porque tiene, en su interior, impulsos a repetir sus actos, o sea una (compulsión). De forma más simple, la persona es obsesiva compulsiva porque es obsesiva compulsiva.

Así, frente todo barco que se hunde, el psicoanalista siempre podrá argumentar que la causa de un problema está en un iceberg que el paciente no puede ver. Esto parecerá una explicación, pero no es más que retrasar una explicación. Dirá siempre que hay un nuevo iceberg a descubrir.

 

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