El psicoanálisis es una pseudociencia, no tiene consistencia externa. Está aislada del espectro del conocimiento, no interactúa con otras disciplinas como la neurociencia cognitiva y las ciencias biológicas. No involucra razonamientos rigurosos ni trabajos de laboratorio. Es un negocio, un “psicomacaneo”.
No se pueden decir más gilipolleces en menos espacio. Y lo malo es que para rebatir una a una todas esas tonterías necesitaría tres o cuatro folios: decir una tontería es fácil y rápido, pero rebatirla necesita tiempo, espacio y un mínimo de conocimiento. Por lo tanto, ser imbécil está termodinámicamente favorecido, porque se ahorra energía.
Una de las lecciones más tristes de la historia es ésta: si se está sometido a un engaño demasiado tiempo, se tiende a rechazar cualquier prueba de que es un engaño. Encontrar la verdad deja de interesarnos. El engaño nos ha engullido. Simplemente, es demasiado doloroso reconocer, incluso ante nosotros mismos, que hemos caído en el engaño. En cuanto se da poder a un charlatán sobre uno mismo, casi nunca se puede recuperar.
[...] El aporte de Freud fue mal entendido por muchos. Lo importante en él no era que el individuo fuese a menudo incapaz de describir aspectos señalados de su conducta, o de identificar relaciones causales relevantes, sino que su aptitud para describirlas no afectaba la ocurrencia de la conducta o la efectividad de las causas.
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Skinner
"Critica de los conceptos y teorías psicoanalíticos" en Ciencia y Teoría del psicoanalsis - Amorrortu Editores - pp. 151
La seudociencia y la seudotecnología no son basuras reciclables sino virus intelectuales que pueden atacar a cualquier lego o especialista, al punto de enfermar a una cultura íntegra y predisponerla contra la ciencia y la tecnología.
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Mario Bunge
"Seudociencia e ideología". Alianza Editorial (Alianza Universidad n. 440), Madrid 1985 - p.78