por Claudio J. Chiabai
Sigmund Freud es su libro Psicología de las masas y análisis del yo se embarca en la tarea de aportar una explicación para cierto fenómeno de exaltación anímica que supuestamente sufre un individuo al participar en un grupo de personas, o masa. Pero el enfoque que toma y ciertas que realiza no dejan de ser problemáticas. En este trabajo haremos algunas puntualizaciones criticas a este trabajo. Pero por cuestiones de espacio no podremos enfrentarlas todas. El primer cuestionamiento que puede hacerle a Freud es su enfoque sobre la psicología social, y su poca diferenciación con la psicología individual.
La que oposición entre psicología individual y psicología colectiva, que a primera vista puede parecernos profunda, pierde en gran parte de su significación en cuanto lo sometemos a más detenido examen. La psicología individual se concreta, ciertamente, al hombre aislado e investiga los caminos por los que el mismo intenta alcanzar la satisfacción de sus instintos, pero sólo muy pocas veces y bajo determinadas condiciones excepcionales le es dado prescindir de las relaciones del individuo con sus semejantes. En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, «el otro», como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio psicología social, en un sentido amplio, pero plenamente justificado. 1
Desde esta perspectiva la psicología social no es más que el análisis del individuo en una masa, o agrupación, en ves de un análisis del comportamiento de la misma masa. Así el comportamiento de la masa se reduciría a una especie de suma de los comportamientos de los individuos que la conforman, en ves de las relaciones que estos como grupo pueden tener. Freud se concentra en la relación que los miembros de un grupo tienen entre sí, y deja de lado las relaciones que estos pueden tener hacia afuera del grupo, o como representantes del grupo. Pero da un paso más y presenta como más importante, para la constitución y mantenimiento del grupo, la figura del Líder y las relaciones que los miembros sostienen con él. Hace del Líder una fuente de gravitación y origen de una fuerza de cohesión que mantiene al grupo unido.
Hemos partido del hecho fundamental de que el individuo integrado en una masa experimenta, bajo la influencia de la misma, una modificación, a veces muy profunda, de su actividad anímica. Su afectividad queda extraordinariamente intensificada y, en cambio, notablemente limitada su actividad intelectual. Ambos procesos tienden a igualar al individuo con los demás de la multitud, fin que sólo puede ser conseguido por la supresión de las inhibiciones peculiares a cada uno y la renuncia a las modalidades individuales y personales de las tendencias. 2
La relación de los miembros entre si y con este Líder se basara en un exaltación anímica del individuo en el seno del grupo, reduciendo su raciocinio. El individuo para pertenecer a un masa debe renunciar, según Freud, a ciertos impulsos o tendencias individualistas. Este tendera a dejar de lado su individualidad en pos de lo grupal, en pos del bienestar del grupo. Ya no se comporta tomando sus intereses personales como primeros, si no que los comunales serán en primer lugar. Lo anímico es sufre una intensificación dejando lo intelectual en segundo lugar.
Nuestra labor se encaminará, pues, a hallar la explicación psicológica de la modificación psíquica que la influencia de la masa impone al individuo. 3
Para poder explicar este comportamiento del individuo en la masa Freud tomara las relaciones de los miembros entre ellos y, principalmente tomara la relación de los miembros con el líder del grupo en su análisis. Pero hará del líder un centro de gravitación en el grupo, y el grupo de mantendrá unido bajo la influencia del líder. Para esta tarea apelara un concepto psicoanalítico desarrollado a partir observaciones nacidas en una terapia individual, y no en análisis de grupos.
En cambio, intentaremos aplicar al esclarecimiento de la psicología colectiva el concepto de la libido4, que tan buenos servicios nos ha prestado ya en el estudio de las psiconeurosis. [...] Intentaremos, pues, admitir la hipótesis de que en la esencia del alma colectiva existen también relaciones amorosas (o para emplear una expresión neutra, lazos afectivos).5
Que estas relaciones sean definidas como libidinosas las hace esencialmente sexuales. Al hablar de ciertas relaciones como “el amor del individuo a sí propio, y de otra, el amor paterno y el filial, la amistad y el amor a la Humanidad en general”6 no son más que atracciones sexuales que nunca llegan a completar su objetivo.
Nuestra justificación está en el hecho de que la investigación psicoanalítica nos ha enseñado que todas estas tendencias constituyen la expresión de los mismos movimientos instintivos que impulsan a los sexos a la unión sexual; pero que en circunstancias distintas son desviados de este fin sexual o detenidos en la consecución del mismo, aunque conservando de su esencia lo bastante para mantener reconocible su identidad (abnegación, tendencia a la aproximación). 7
Recordemos aquí que la investigación psicoanalítica es una investigación de psicología individual en términos de Freud. Este párrafo resume la posición que se le critica a Freud sobre el pansexualismo de su teoría. Esta considera todas las relaciones y comportamientos del ser humano como sexuales en algún punto8. Así que la fuerza que mantiene unido al grupo, o masa, sería del orden sexual. Sería un comportamiento sexual. Para fundamentar y a la vez ejemplificar la naturaleza y esencia de estas relaciones (entre miembros y entre miembros y el Líder) Freud se dedica a analizar dos masas artificiales. Debemos notar que hay una doble dirección en la esto. Por un lado ejemplificar aquello que da por sentado, como por ejemplo la exaltación anímica, y por otro lado justifica y dar fundamente a aquello que intenta ejemplificar al mismo tiempo. Primero pasa definir que es una masa artificial.
La Iglesia y el Ejército son masas artificiales; esto es, masas sobre las que actúa una coerción exterior encaminada a preservarlas de la disolución y a evitar modificaciones de su estructura. En general, no depende de la voluntad del individuo entrar o no a formar parte de ellas, [...] 9
Una masa artificial esta sostenida por una fuerza artificial que trata de mantener al grupo unido y trata de evitar cualquier reestructuración del mismo. Estas fuerzas no nacen de cierto impulso natural, si no que son impuestas al individuo. Así Freud presenta a la masa artificial no como nacida partir de cierto sentido gregario. Sobre el papel de la voluntad del individuo sobre la unión a un grupo, Freud parece subestimarla. En ciertas situaciones el reclutamiento en el Ejercito es forzado, como en casos de dictaduras, o de políticas fuertemente militares que obligan al individuo a cumplir ciertos plazos en el mismo como parte de sus responsabilidades como ciudadano. A pesar de existir este reclutamiento forzado, se ve personas enrolarse por voluntad propia. El papel de la voluntad en estos casos es evidente, y no es forzado, o coaccionado de alguna forma; siendo posiblemente mayor el numero de enrolados por voluntad propia que por reclutamiento forzado, o en todo caso similar. Incluso se puede pensar en la aceptación del individuo frente al reclutamiento forzado. El reclutamiento forzado no es necesariamente un reclutamiento no aceptado, bien el individuo puede aceptar su reclutamiento aun no siendo él el que lo solicito. También, se debe pensar en el papel de la voluntad en la deserción. El individuo debe mantener su promesa original a partir de su propia voluntad, y solo cuando él decide dejar de cumplirlo aparece la deserción. Fuerzas coercitivas lo impulsaran a seguir dentro del grupo, pero estas fuerzas no impiden que el individuo desee desertar y lo haga. Para el caso de la Iglesia el papel de la voluntad del individuo quizás es mucho mayor que para el caso del Ejercito. Aquí no existe tal cosas como un reclutamiento forzado. Todo ingreso a la Iglesia se hace a través de un juramento equivalente al del ejercito. La voluntad prima por completo. Y de igual modo que en la milicia, el individuo queda del dentro del grupo mientras él decida honrar el juramento que presto al ingresar.
[...] y una vez dentro, la separación se halla sujeta a determinadas condiciones, cuyo incumplimiento es rigurosamente castigado.10
Es cierto que el alejamiento de estas dos instituciones enfrente al individuo con una perdida de algún tipo, ya sea material, física o de prestigio. Pero no necesariamente esto sucede. Se podrá abandonar el ejercito, por ejemplo al cumplir el plazo pactado de servicios, sin sufrir ninguna perdida o castigo alguno. Incluso puede darse a alguien una baja no deshonrosa, que indica el alejamiento de la milicia, pero no el castigo por hacerlo, por ejemplo por heridas. De forma similar, se puede recurrir, en el terreno de la Iglesia a la renuncia de los votos y por ende del alejamiento de la Iglesia, sin que tener que caer por ello en algún castigo, sin mencionar el hecho que por esto difícilmente se obtenga un castigo, y menos corporal.
En la Iglesia -y habrá de sernos muy ventajoso tomar como muestra la Iglesia católica- y en el Ejército reina, cualesquiera que sean sus diferencias en otros aspectos, una misma ilusión: la ilusión de la presencia visible o invisible de un jefe (Cristo, en la Iglesia católica, y el general en jefe, en el Ejército), que ama con igual amor a todos los miembros de la colectividad. De esta ilusión depende todo, y su desvanecimiento traería consigo la disgregación de la Iglesia o del Ejército, en la medida en que la coerción exterior lo permitiese.11
Como adelantamos, Freud hace del Líder el centro del grupo o la masa. Hace de él centro donde todo el grupo gravitara. Aquí no parece entender bien la misma funcionalidad que tiene el Líder en el grupo. El problema que presenta el enfoque freudiano es que da la presunción de existencia de un ideal rector, y que este esta encarnado en la figura del Líder. El Líder representa lo que los miembros quieren alcanzar. Así que si el Líder dejar de representar este ideal el grupo se disolvería puesto que se ha perdido este ideal. Esto hace la fuerza motora y cohesión de grupo. Este enfoque obvia o subestima la finalidad primaria por la que el grupo se forma. El Líder no es la encarnación de lo que intenta lograr el grupo, es el que supuestamente llevara al grupo a conseguir aquel fin que desea y busca. La figura del Líder es un medio para el grupo y no un fin en si mismo. Si este dejara de ser una guía eficaz para alcanzar el fin planteado, el grupo no necesariamente se disgregara, buscara nuevas forma de alcanzar la meta, por lo que buscara un nuevo líder que guíe al grupo a consumar su fin, en caso de ser necesario. Así los grupos se forman para cumplir con cierto fin que persiguen. La finalidad del grupo es la que da fundamento al mismo. La cohesión se da en el compromiso del individuo para alcanzar el fin del grupo, que a la vez le es propio.
Análogamente sucede en el Ejército. El jefe es el padre que ama por igual a todos sus soldados, razón por la cual estos son camaradas unos de otros. Desde el punto de vista de la estructura, el Ejército se distingue de la Iglesia en el hecho de hallarse compuesto por una jerarquía de masas de este orden: cada capitán es el general en jefe y el padre de su compañía, y cada suboficial de su sección. La Iglesia presenta asimismo una jerarquía; pero que no desempeña ya en ella el mismo papel económico, pues ha de suponerse que Cristo conoce mejor a sus fieles que el general a sus soldados y se ocupa más de ellos. 12
Aquí Freud presupone un cierto sentido de amor, sin dar muestra de ello. Es solo una suposición de él. Asume que es así y lo aplica sin más. Pero podemos criticar otras cosas aquí. La Iglesia también presenta una jerarquía, si no similar igual a la del Ejercito. Se puede aducir que hay infinidad de ordenes eclesiásticas dentro de la Iglesia que parecen ser autónomas, pero sin embargo todas responden a una estructura que reside bajo el papa y su séquito. Además estas ordenes responde localmente a diversas figuras eclesiásticas incrustadas en esta estructura que tiene como pilar fundamental al Papa mismo; de forma similar a la estructura del ejercito que tiene al General en Jefe de las Fuerzas Armadas, instituido en la figura del mayor regente de un país, o nación. Si lo que Freud indica es aplicable al ejercito, bien puede ser aplicable al la Iglesia.
La causa típica de la explosión de un pánico es muy análoga a la que nos ofrece Nestroy en su parodia del drama Judith y Holofernes, de Hebbel. [...] La disgregación de una masa religiosa resulta ya más difícil de observar. Recientemente he tenido ocasión de leer una novela inglesa de espíritu católico y recomendada por el obispo de Londres -When it was dark-, en la que se describe con tanta destreza, a mi juicio, como exactitud tal eventualidad y sus consecuencias. 13
Cuando Freud intenta dar ejemplos de estas desbandada que se produciría al faltar el líder no puede ofrecer caso históricos concretos y debe apelar a la literatura. No tiene casos históricos que puedan avalar su teoría. Su posición es que muerto o desaparecido el Líder, el grupo de disgregara. Nuevamente, sobrestima la figura del Líder y su función. Hace aparecer al Líder como única razón de existencia del grupo, cuando debería considerar el objetivo del grupo, que es el motivo de reunión de los individuos en masas. El rol del Líder, para Freud, funciona como centro de abstracción de cada individuo. Como un centro donde los individuos tienden. Freud ignora el objetivo que hace que los miembros del grupo se identifiquen entre sí. Ignora las practicas, orientadas a un fin, que mantienen que los hace funcionar como grupo. Para Freud la unión de los miembros se basa en la atracción que comparten por el Líder, lo cual deja de lado muchas cosas de consideración.
- 1. Freud, Sigmund. Psicología de las masa y análisis del Yo, Biblioteca Nueva, 1921. - p.2563
- 2. Op. Cit. - p.2575
- 3. Idem.
- 4. Las cursivas son del original.
- 5. Op. Cit., p.2577
- 6. Idem.
- 7. Idem.
- 8. Freud erróneamente piensa que la oposición a este sobre su posición sobre la importancia de la sexualidad es producto de la indignación que provocaría al pudor al hablar de relaciones sexuales abiertamente:
Estos instintos eróticos son denominados en psicoanálisis, a priori y en razón a su origen, instintos sexuales. La mayoría de los hombres «cultos» ha visto en esta denominación una ofensa y ha tomado venganza de ella lanzando contra el psicoanálisis la acusación de «pansexualismo». (Op. Cit., p.2577)
Pero la objeción nace de que Freud considera todo el comportamiento humano a instintos o impulsos sexuales. Nunca se le ha negado la importancia de estos impulsos, pero Freud los sobrestima hasta el punto de hacer la única fuerza motora del ser humano. No es la indignación moral o pudor el motor de la critica, si no que la reducción de todo comportamiento a ser, esencialmente, un comportamiento sexual.
- 9. Op. Cit., p.2578
- 10. Idem
- 11. Idem
- 12. Op. Cit. p.2579
- 13. Op. Cit. p.2581